347. Dionisio Gutiérrez: Machines that Obey... And Think

April 21, 2025
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https://youtu.be/26OK9kT-OS4

Editorial del programa Razón de Estado número 347.


Vivimos tiempos en que las máquinas no solo obedecen, sino que piensan; no solo repiten, sino que crean. Tal maravilla —que no sería menor que las de Merlín o el sabio Frestón— se llama inteligencia artificial, y no es otra cosa que el más colosal espejo que el hombre ha puesto frente a sí mismo. Un espejo que devuelve no solo el rostro, sino también las sombras del alma.

Dígame usted, ¿qué hazaña mayor ha intentado el ser humano que la de fabricar, con silicio y lógica, un pensamiento ajeno? La inteligencia artificial, esa criatura sin carne pero con verbo, sin alma pero con cálculo, es ya capaz de componer versos, pintar lienzos, diagnosticar males y hasta disputar con filósofos; con más precisión que muchos de carne y hueso.

Mas, como dijera aquel señorón llamado don Quijote, “no todo lo que brilla es oro, ni toda máquina que razona es amiga del hombre.” Porque donde hay prodigio, suele haber peligro, y donde la técnica se desboca, la moral ha de templar las riendas.
El riesgo no es que la inteligencia artificial nos destruya, sino que nos sustituya sin darnos cuenta, o peor, que nos acomode en la cómoda servidumbre de la pereza mental.

Habría que recordar —como bien apunta Ortega— que “el hombre no tiene naturaleza, sino historia.” Y hoy nuestra historia nos exige responsabilidad. La inteligencia artificial no es una amenaza en sí, sino un desafío a nuestra condición. ¿La usaremos para dignificar al hombre, liberarle del aburrimiento y acercarlo al saber? ¿O consentiremos que sirva al abandono, al control y a la deshumanización?

Este invento que ahora asombra, si es guiado con responsabilidad y sabiduría, puede ser el más noble de los instrumentos. No es monstruo, sino espejo. No es amo, sino aprendiz. Dependerá de nosotros, de nuestra ética, nuestra imaginación, nuestra humanidad, convertirla en aliada, no en tirana.

Por tanto, propongamos que no se tema a la inteligencia artificial, sino que se le comprenda; que no se le adore ni se le rechace, sino que se le dé propósito. Porque, si el hombre ha creado, en libertad, una nueva forma de inteligencia, que esta sirva, no para suplantarlo, sino para elevarlo a mayores niveles de libertad.

 

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