345. Dionisio Gutiérrez: Latin America in the Mirror

April 07, 2025
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345. Dionisio Gutiérrez: América Latina frente al espejo

Editorial del programa Razón de Estado número 345.


América Latina es un territorio generoso en recursos, talento humano y diversidad. Sin embargo, su crecimiento económico es escaso e intermitente cuando no inexistente. No hay desventura más grande que la de una región que, teniéndolo casi todo, logra poco.

El escaso crecimiento, más que una cifra desalentadora en un informe internacional, es la causa directa de vidas truncadas, talentos desperdiciados, generaciones enteras condenadas a una existencia sin horizonte.

El joven que emigra, el padre al que no le alcanza, la madre que renuncia son síntomas de una estructura que no provee condiciones para el desarrollo humano. Cuando la economía no crece, no solo se encoge el ingreso, también el futuro.

Sin crecimiento, los pueblos quedan atrapados en una rutina de frustración que erosiona su confianza colectiva. Y cuando esa erosión se profundiza, la democracia, el civismo y la paz social se tambalean.

Son graves la pobreza del campo y la escasez en la ciudad, pero es peor la ceguera, la incompetencia y la corrupción de quienes mal gobiernan. No es que falte gente dispuesta, sino caminos por los cuales andar.

En las últimas décadas, América Latina ha vivido atrapada en la paradoja de ser una región rica en recursos naturales, creatividad humana y diversidad cultural, pero condenada a un crecimiento económico insuficiente, errático y, en muchos casos, decepcionante.

En los mercados se vende poco, en las fábricas se produce menos, y en las casas se trabaja mucho para ganar poco. Los pueblos viven entre salarios magros y promesas gordas, entre empleos que no alcanzan y gobiernos que no entienden, pero malgastan, roban y destruyen. 

Las élites latinoamericanas practican una pasividad inquietante. Políticos, empresarios e intelectuales parecen resignados a administrar la mediocridad. El debate sobre un verdadero modelo de desarrollo    —creativo y ambicioso— brilla por su ausencia. Se navega entre planes de corto plazo, parches fiscales y discursos retóricos que no se traducen en reformas estructurales. Nadie parece dispuesto a asumir el riesgo de pensar a largo plazo y apostar por la libertad.

La indiferencia de las élites ante esta realidad no solo es moralmente cuestionable, es estratégicamente suicida. Una región que no ofrece oportunidades a sus mayorías termina sumida en la frustración, la inestabilidad y, en muchos casos, el autoritarismo. Cuando se agota la esperanza, florece la rabia.

América Latina lo tiene todo para prosperar, pero logra poco, y no por falta de talento, pues en ingenio y ganas andamos sobrados, sino por la escasez de oportunidades y el olvido de quienes debieran soñar un futuro mejor y no lo hacen.

No es que falte gente dispuesta, sino caminos por los cuales andar.

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