Editorial del programa Razón de Estado número 184
En estos días de angustia, incertidumbre y desesperanza que viven tantas naciones del mundo, millones de seres humanos se cuestionan ese dilema que es la fórmula de la vida; esa clave que todos buscamos para ser razonablemente felices.
A cada generación toca vivir el ciclo que las circunstancias, el esfuerzo propio, la suerte y el destino le tenían preparado. Claro está que los errores cometidos, las tareas incumplidas y las cosas que dejamos de hacer tienen que ser menos que las que sí cumplimos para tener saldo positivo. Si no, como la historia nos enseña, se pagan las consecuencias.
Hoy, la salud, la política, la economía son un desafío. Las relaciones personales necesitan más cuidado.
Hoy, vivimos en un mundo en el que los pueblos están eligiendo a sus verdugos; un mundo en el que, a sangre y fuego, los tiranos invaden a sus vecinos; demasiados políticos gobiernan para robar y las élites se olvidaron de promover y defender los valores cívicos que les permitieron llegar a donde están.
Vivimos en un mundo en el que la política se volvió cobarde o prostituta, las democracias son de fachada, las economías insuficientes.
Por estas razones, los ciudadanos que habitamos esta tierra debemos volver al valor verdadero del ser humano, a las cosas que importan, a la responsabilidad, a la iniciativa personal, al esfuerzo de conocernos a nosotros mismos para convivir mejor en sociedades que, hoy más que nunca, necesitan gente con dos dedos de frente.
Las generaciones que participamos de ésta maravillosa creación, debemos afrontar el mundo como es, no como nos gustaría. Ese acto de valentía y humildad nos comprometería a intentar construir el mundo que nos gustaría; pero enfrentándonos a él, tal como es.
Un amigo de la rumba y el flamenco dice que la fórmula de la vida está en reír con un amigo hasta no saber de qué. En aprender a ser feliz en el instante porque descubriste que lo sencillo es lo importante.
Dice el amigo: de qué sirven las tristezas si no hay con quien llorar. La magia de una lágrima compartida alivia el corazón.
Dice también: de qué sirven las victorias si no hay con quien brindar; y que, ojalá aprendiéramos que lo más valioso que tenemos no lo hemos tenido que comprar.
Este amigo, que es bohemio y cantador, afirma que hay que dejar de escuchar a los idiotas que nos quieren separar; y que, el amigo de verdad es el que no tiene tiempo, pero si te hace falta lo fabrica para ti.
Hoy, después de estas reflexiones sobre cosas serias hechas a la ligera, escucharán ustedes a uno de los grandes maestros que, desde la ciencia y la medicina, enseña, demuestra y ratifica que la vida es mucho más que la ciencia y la medicina, y que, vivirla de verdad depende de que aprendamos y seamos capaces de conectar la razón con la emoción, la mente con el cuerpo y el corazón.
Llenar la vida de vida, dar gloria a la gente que queremos, hacer que lo imposible se pueda lograr, cantar a todo pulmón y bailar cuando nadie te puede ver, dice el bohemio, son las vivencias que hacen que tus colores sean los míos y que juntos podamos construir sueños compartidos.
Lo que hoy me queda claro, es que debemos curar las heridas que nos duelen a todos y volver a ser hijos de la razón, de la decencia, de la verdad; porque esta partida debemos ganarla. No podemos rendirnos ante la barbarie, ganemos cada día la batalla y encontremos, con ánimo y alegría, la fórmula de la vida.