374. Dionisio Gutiérrez: La decadencia no es destino, es rendición

Octubre 24, 2025
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374. Dionisio Gutiérrez: La decadencia no es destino, es rendición

Editorial del programa 374 de Razón de Estado


América Latina, tierra fecunda en historia, cultura y recursos, vive años de carencias y amenazas.

Somos una región que soñó con libertad, justicia y progreso, pero con el paso del siglo XXI, la ilusión de que podríamos construir democracias de instituciones fuertes e independientes se está convirtiendo en una realidad de autocracias disfrazadas ante la mirada cansada de élites indiferentes, ciudadanos resignados y una clase política que ha hecho del poder corrupción e impunidad.  

El discurso reemplazó a las ideas, la consigna sustituyó al proyecto de Estado y la mentira se volvió instrumento cotidiano de gobierno. Los políticos no rinden cuentas ante la ley, sino ante sus intereses; no gobiernan por principios, sino por conveniencia.

En esta decadencia general, las élites han huido de su deber histórico. Prefieren la comodidad del silencio a la incomodidad del compromiso. Callan ante la corrupción, negocian con el poder y miran hacia otro lado mientras las instituciones se desploman.

El ciudadano común, por su parte, es víctima del desencanto. Acostumbrado a promesas incumplidas, ha dejado de creer. Confunde libertad con supervivencia, democracia con rutina electoral. La indiferencia, el cáncer del alma cívica, se ha extendido como sombra sobre las plazas y los corazones. Y mientras los pueblos aguantan, los déspotas avanzan.

América Latina vive una peligrosa mutación. Los gobiernos ya no son custodios de la ley, sino sus verdugos. Manipulan constituciones, controlan cortes, persiguen opositores, amordazan periodistas y compran conciencias. Han hecho del Estado su finca y de la justicia su esclava. Bajo el disfraz del populismo bordan una alianza infame del poder y el delito, del político y el criminal, del discurso y la violencia. Y así, las democracias se vacían por dentro. Los parlamentos se vuelven escenarios de obediencia, las cortes templos de sumisión y las urnas, instrumentos de legitimación del atropello.

Mientras tanto, los pueblos, empobrecidos y frustrados, siguen buscando salvadores en lugar de instituciones. Pero si hay memoria, hay esperanza. Los ciudadanos deben recordar que la libertad se defiende, que la democracia se construye cada día, que las naciones se levantan con ética y responsabilidad. América Latina tiene potencial, pero necesita una nueva generación de próceres que se atreva a liderar con ideas y con valores para que los pueblos reclamen lo que es suyo: la libertad, la justicia, el porvenir.

La decadencia no es destino, es rendición. Y rendirse nunca fue ni será el camino de los pueblos libres. Si volvemos a creer en la libertad, en la ley y en el trabajo honesto, entonces la historia, que hoy nos juzga, volverá a sonreír.

 

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