Editorial del programa Razón de Estado número 183
El 24 de febrero, el mundo volvió a cambiar para siempre. Una invasión ilegal, la muerte de inocentes, el asalto a una democracia europea, el secuestro de la libertad de un pueblo son los crímenes por los que será juzgado el tirano asesino del Kremlin.
Las acciones de un psicópata que pretende reescribir la historia y cambiar el balance de fuerzas a la fuerza no es cosa nueva. La historia tiene en su sitio a los peores. Nerón, Mao Zedong, Stalin, Hitler y otros. Ahora se suma ese tal Putin.
Las dos razones por las que el dictador de Moscú terminará derrotado y en el basurero de la historia son, la primera, los invasores jamás pensaron encontrar ese valor admirable y la ejemplar determinación del pueblo ucraniano para defender su hogar y su libertad. La segunda razón es que esta cobarde invasión está siendo vista en tiempo real por el mundo entero.
Esta es la primera agresión militar a gran escala que vive un planeta totalmente conectado. Hasta el último ciudadano decente del mundo civilizado hará sentir su protesta y su condena
Kharkiv, ciudad importante de Ucrania, en la frontera con Rusia, conocida por tener docenas de museos, teatros y universidades que están llenas de gente joven. Su punto de reunión más importante lleva el nombre de “La plaza de la libertad”.
Kharkiv fue atacada con odio por Putin, el tirano, pues cada día, más jóvenes rusos descubrían en esa ciudad la libertad, la coherencia y la oportunidad que no encuentran en su país.
Putin desprecia las sociedades libres y democráticas. Es un dictador intoxicado por la vida y aislado, que mal gobierna una potencia pobre, con un pueblo envejecido, deprimido y empobrecido. Solo le quedan el gas, los oligarcas que invierten su botín en países libres; y un Ejército capaz de destruir, pero sin propósito ni convicción.
Desde 1945, las naciones ya no se definen por raza, sino por la voluntad de convivir en espacios políticos libres y comunes. Es falso que la geografía de una nación debe coincidir con la raza. Los argumentos putinianos no tienen legitimidad científica ni histórica. El Occidente Libre lo debe saber. Putin es una copia vulgar de Hitler.
El mundo está presenciando algo mucho más grande que la invasión a una nación libre y democrática. Ésta es una guerra europea entre la libertad y el autoritarismo. Es la batalla entre el nacionalpopulismo y la democracia, los dos grandes proyectos políticos que se disputan el mundo de nuestro tiempo.
La lenta y tímida reacción que vimos del Occidente libre en las primeras horas ante esta infame invasión se está convirtiendo en una fuerza global que debe llegar a las últimas consecuencias para detener al tirano y para liberar y proteger al valiente, digno y luchador pueblo ucraniano.
Las democracias solo son débiles en apariencia. Crecen cuando están amenazadas y por eso aliadas. Esto, el dictador no lo entiende; y aunque es difícil negociar con un déspota que ha perdido la razón, éste es el momento de Occidente para hacer valer los valores de la democracia, la Justicia y la Libertad.
Hoy, Ucrania entera es “La Plaza de la Libertad”. Como debe ser. Gloria a Ucrania.