185. Los sacrificios necesarios

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185. Los sacrificios necesarios. Razón de Estado

Editorial del programa Razón de Estado número 185


 

 

Vivimos una época convulsa, promiscua y complicada. La política ha venido a menos, la democracia se ha abaratado; da la impresión de que el ciudadano se está resignando a perder sus libertades; y una porción demasiado grande en las nuevas generaciones, a falta de oportunidades y en medio de este mundo híper desinformado y confundido, busca quién se las paga y no quién se las debe.  

 

Los políticos, en más países cada día, acomodados en esta era de la postverdad, nos mienten sin parar, nos roban sin piedad, mal gobiernan los países que los ciudadanos les confiaron cuando no se roban el país entero, los sistemas de justicia funcionan cada día peor y lo que menos ofrecen es la justicia que están supuestos a impartir. Un país sin justicia no es país. Y las élites, ay, las élites, no se enteran, ven para otro lado y no quieren darse cuenta de que el sistema que los llevó a donde están, está en vías de extinción.

 

La economía y la política son dos caras de la misma moneda. Las dos deben funcionar para que la moneda tenga valor.

 

Una de las grandes desventajas de nuestro tiempo es la ilimitada ignorancia que hay sobre cómo funciona el proceso económico.

 

Fundar una empresa, crear un empleo, enfrentar los desafíos de mantener un negocio a flote, desde el más pequeño hasta el más grande, y alcanzar el éxito, son los retos que vencieron quienes fueron factor determinante en la construcción de las grandes naciones.

 

Cuando uno se pregunta cuáles fueron los factores determinantes que permitieron alcanzar éxito y desarrollo a los países del Occidente desarrollado, la respuesta es que esos pueblos escogieron el camino de la democracia liberal, el respeto a la ley – una ley que es igual para todos – división de poderes y políticas públicas que propician la inversión, la competencia, la creación de oportunidades, soluciones a los problemas sociales y la más rigurosa certeza jurídica para que esta ecuación funcione.

 

Esto es un modelo de desarrollo. No son milagros socioeconómicos ni son casualidad. El punto de partida fue el ciudadano, y en especial, las élites académicas, sociales y económicas, comprometidas, participaron en la formación de su élite política; para que ésta no destruyera lo que los demás estaban construyendo.

 

La democracia permite que los pueblos elijan mal. Son las reglas del juego y se deben respetar. Lo importante es poder cambiar a los gobiernos hasta que aparezcan dos o tres proyectos políticos que, respetando la norma democrática y con alternancia en el poder, den continuidad a un proyecto de Estado y a un modelo de desarrollo hasta llegar a la cima del éxito y el bienestar.  

 

Si algo necesitan los tiempos que vivimos es que rescatemos la fe en nosotros mismos y la esperanza en el futuro. Que regresemos al valor más grande que nos dieron los cielos, que es la libertad; y que, desde ella, trabajemos duro, hagamos los sacrificios necesarios y construyamos el mundo en el que queremos vivir. Como lo hicieron las naciones que hoy, a pesar de los desafíos y las crisis que son parte de sus vidas, pueden decir con orgullo y satisfacción: somos las naciones que forman el Occidente libre y desarrollado, lo mejor del mundo, y a mucha honra.

 

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