Editorial del programa Razón de Estado número 252
El ejercicio de la política sufre de frivolidad, incompetencia, autoritarismo y corrupción. Las élites perdieron el monopolio de la información. Las plataformas que ofrece la tecnología y sus burbujas hacen creer a cada uno que tiene la verdad.
Las noticias falsas, la desinformación y la descalificación están creando sociedades desconfiadas y polarizadas. La democracia, como sistema, está pagando las consecuencias.
Este fenómeno, además de devolvernos a la tribu, promover el rechazo a lo distinto, el conflicto y la dispersión, debilita y expone la integridad de la libertad de expresión.
Ahora bien, un ciudadano ignorante, desinformado y manipulado es una grave amenaza para la democracia y la libertad, pero, limitar la libertad de expresión es condenarlas a muerte.
De Los Pinos a la Casa Rosada, América Latina enfrenta una conflagración autoritaria, iliberal y antidemocrática que compromete el presente y amenaza el futuro.
El subdesarrollo político imperante, el peor de los subdesarrollos, ha permitido la llegada a la mayoría de los gobiernos, a políticos de corte caudillista, autócratas que pretenden que las sociedades funcionen como cuarteles. Y es la libertad de expresión, la primera entre sus víctimas.
Autocensura, leyes mordaza, amenazas, persecución, encarcelamiento y hasta asesinato, son algunas de las consecuencias cuando los políticos buscan silencio e impunidad.
La amenaza común a los periodistas llega del crimen organizado, los carteles y la delincuencia. Sin embargo, esta práctica criminal y vergonzosa crece hoy más desde los palacios de gobierno.
La situación para la prensa independiente en extensas geografías del planeta es desoladora y reclama acciones inmediatas por parte de quienes están comprometidos con la democracia y el Estado de derecho.
Es común en América Latina que un periodista pase más hambre que un maestro de escuela. La prensa, aunque genera grandes satisfacciones, es una profesión incomprendida, difícil y a veces ingrata.
La libertad de información y el periodismo necesitan de condiciones básicas para su ejercicio: una de ellas es la certeza jurídica, y la otra, el respeto del poder político.
La libertad de expresión e información no son una generosa concesión que los políticos de turno dan al ciudadano; son derechos indiscutibles y determinantes para la democracia.
El ciudadano debe estar dispuesto a defenderlas hasta las últimas consecuencias porque es allí donde se salvan o se condenan la democracia y la libertad.