153. Abusivos sin derecho

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153. Abusivos sin derecho

Editorial del programa Razón de Estado número 153


 

Leyendo hace unos días a un querido maestro, escritor e intelectual de grandes quilates, decía que, de la igualdad de derechos no se sigue la igualdad de poderes. Quien tiene el derecho, no siempre puede. Y quien tiene el poder, consigue lo que desea, aunque no tenga el derecho.

De muchas maneras, ésta es la premisa que usan delincuentes y dictadores para hacer de las suyas.

Hablando de derechos y poderes para los valores de la Libertad, y en estos tiempos de crisis extremas y debilidad evidente en las instituciones de la democracia, nos sentimos obligados a afirmar desde ésta tribuna, que debemos mantener el grito de protesta, la demanda y la voz en las mesas de debate público contra las atrocidades y los crímenes de la dictadura castrista desde hace 62 años en Cuba, la chavista desde hace 22 en Venezuela; y por Nicaragua, que ha vivido en dictadura la mayor parte del último Siglo.  

Desde hace unos días vimos a ciudadanos del pueblo cubano arriesgar su vida por gritar libertad. Están desesperados, sin vacunas y con hambre, pero dispuestos a morir por alcanzar su libertad.

Con la historia de represión y los crímenes que se cometen contra el pueblo en aquella isla, ver a grupos de ciudadanos en casi todas las regiones exigiendo y gritando que termine la dictadura es prueba irrefutable del grado de desesperación al que está llegando el pueblo cubano. Un pueblo que, como el nicaragüense y el venezolano, viven de los recuerdos y las nostalgias, gritando libertad y llorando de dolor y de rabia por haberla perdido. 

En América Latina, la pandemia expuso debilidades, ausencias y vacíos en un ciclo de tiempo en el que cada día se hace más evidente que la economía no alcanza las expectativas de la gente y que la política no está a la altura de las circunstancias.

La corrupción desbordada, la falta de justicia, la incompetencia de los políticos y la sensación de burla a los ciudadanos desde las cimas del poder ha provocado fatiga democrática y quebrantamiento del contrato social que tuvimos hasta hoy. Un contrato que nos comprometía, desde hace varias décadas, a construir democracias republicanas con instituciones funcionales y ejemplares.   

Hemos fallado miserablemente. Hoy vemos en América Latina, cómo desde México hasta Punta Arenas, al final de Chile y Argentina, la democracia, la división de poderes y el Estado de Derecho son tareas a medias, incompletas y en la mayoría de nuestros países una caricatura y una farsa, que hoy, a la sombra de la pandemia, se convierte en una verdadera amenaza a la libertad de los pueblos del subcontinente americano. 

Esa era de construcción democrática que nunca fue y la pérdida de libertades son el gran desafío de nuestro tiempo; un desafío que solo se podrá enfrentar con el nacimiento del verdadero ciudadano que hace falta en América Latina; desde élites más despiertas y comprometidas con la política hasta votantes que aprendan que con su voto pueden condenar a una generación de ciudadanos, o dos, a vivir en la opresión y la miseria.   

Solo hay que ver a los cubanos, a los nicas y a los venezolanos que no pueden salir de su país, aferrarse a las raíces de la tierra en que nacieron, luchar atrincherados, cerrando filas, dispuestos a llegar hasta el final; un final que para ellos hoy, significa estar dispuestos a morir por su libertad.   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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