Editorial del programa Razón de Estado número 245
La vida de los seres humanos está marcada por la búsqueda permanente de oportunidades para trabajar y acceder a ingresos que nos permitan ofrecer techo, alimento y seguridad a nuestra familia.
La ilusión de las personas es alcanzar bienestar.
Donde los ciudadanos de la América Latina fallamos de forma brutal y lamentable, es en NO comprender cuánto influye la política en nuestras vidas; sí, lo que hacen o no hacen los políticos para que el bienestar sea alcanzable, o, todo lo contrario.
Por razones que habrá que seguir estudiando, nos convertimos en sociedades superficiales y desinteresadas por los temas de Estado y por la forma en que se gobiernan nuestros países.
La vida social y la cultura actual se centran cada vez más en la búsqueda de diversión y entretenimiento en lugar del pensamiento crítico y la reflexión; aunque veamos que nuestro futuro esté quedando atrapado y comprometido.
Democracia, Justicia, Libertad son esas palabras famosas, distantes, elegantes, académicas con las que charlatanes, oportunistas y bandidos hacen y deshacen para llegar al poder, y hacernos la vida imposible.
América Latina lleva 70 años perdida en un laberinto de autoritarismo, corrupción y populismo, con momentos y espacios de democracia y libertad que no han sido suficientes, en cantidad ni calidad, para consolidar el único sistema político y económico que ofrece desarrollo y bienestar a las naciones. La democracia liberal, republicana y capitalista.
No es perfecto, pero todos los demás sistemas, como lo confirman la estadística y la historia, son el camino seguro a la pobreza, la esclavitud y el subdesarrollo.
Es evidente que los pueblos nos estamos equivocando en casi todas las elecciones. Llevamos demasiados años eligiendo al menos malo que casi siempre resulta peor que el anterior.
Así, nos la pasamos entre líderes carismáticos y autoritarios, populistas y normalmente corruptos, que llegan al poder prometiendo soluciones simples a problemas complejos, en lugar de que los ciudadanos participemos y exijamos una clase dirigente fundada en la meritocracia y la honestidad.
Corregir esto es posible, deseable y necesario. Solo debemos promover un cambio profundo en la cultura política y económica que tenga como condición y objetivos alcanzar estabilidad política, certeza jurídica, desarrollo sostenible y prosperidad. Efectos, resultados y virtudes que solo ofrece el sistema de la libertad.