Editorial del programa Razón de Estado número 155
La historia de las naciones se construye y se escribe a través de los Siglos y quienes la cuentan dan cuenta de los hechos cómo ellos la vivieron y la interpretaron. Cada historiador la continúa a partir de donde el anterior la dejó.
Si 70 vive el justo y 80 el robusto como dice Salmos 90:10, quienes tengamos la suerte de llegar allí, en la narración de la historia, seremos a penas un suspiro, un pequeño eslabón de ese largo infinito que es la vida.
Son los milenios los que marcan y definen la historia, las culturas… la vida de las naciones.
Por eso, las crisis, las derrotas, los consuelos y las victorias son esos momentos que viven los que están presentes cuando les toca estar presentes; son los instantes y las vivencias que construyen la memoria y ofrecen contenido a la historia, por los Siglos de los Siglos.
Por eso, los dolores y la penas que hoy vivimos, aunque es cierto que, como todo en la vida, también pasarán, están dejando una huella profunda de heridas y cicatrices, y muchas lecciones que aprender. La primera, la fragilidad de la vida. Y la segunda, la importancia de Estados con instituciones que funcionan y responden.
La crisis que vive hoy la especie humana, las más severa del último Siglo, es el reprise de otras crisis que incluso fueron más graves y mortíferas para generaciones anteriores; y el mundo siguió dando vueltas.
En una de sus célebres obras, García Márquez dijo: “Todo lo escrito en ellos era irrepetible, desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”
Por eso, aunque estemos en crisis, es importante resaltar las cosas buenas que suceden en nuestro tiempo de vida. Aquellas que edifican realidades porque están fundadas en las ideas y en los valores que construyen sociedades prósperas y naciones exitosas. Más aún, si el efecto y la consecuencia de ese esfuerzo, marca, forma y define la vida y la cultura de más de una generación de ciudadanos; como es el caso de la educación.
En estos días, la Universidad Francisco Marroquín celebra sus primeros 50 años de vida. Medio Siglo de historia, de sacrificio, de consistencia. 50 años de educar en los valores de la libertad; el único camino a la redención de los pueblos.
Hace cinco décadas, el Doctor Manuel Ayáu Cordón y un grupo de amigos dieron a Guatemala y al subcontinente latinoamericano la Universidad Francisco Marroquín.
Aquella oportunidad se convirtió en una realidad y en un referente global que tiene como misión “la enseñanza y difusión de los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables”.
En estos primeros pasos del segundo medio Siglo de vida, en el mundo de hoy, la Universidad Francisco Marroquín hace evidente su necesidad con la misión para la que fue fundada.
Hoy más que nunca, para quienes estamos presentes porque coincidimos en este tiempo, su presencia, su vigencia y su valor son una garantía para promover y defender los valores de la libertad.
La América Latina no puede ser y no debe ser un pueblo condenado a cien años de oscuridad. Necesitamos una segunda oportunidad; y ésta solo será una realidad si una Universidad como la Francisco Marroquín tiene éxito en su misión.
Feliz Cumpleaños Alma Mater. La libertad te necesita por los Siglos de los Siglos.