Editorial del programa Razón de Estado número 326.
¿Se ha preguntado usted cuántas de las decisiones que toma cada día están basadas en emociones o impulsos? ¿Dónde quedan el análisis racional o la justificación económica?
La norma o la costumbre en el mundo de hoy es que los grupos o intereses que buscan manipularnos para que nuestra decisión de consumo, voto o comportamiento los beneficie, nos bombardeen con millones de datos, la mayoría falsos o al menos cuestionables.
En ese mundo, se ha hecho muy difícil no engancharse, muy fácil equivocarse y más difícil todavía evitar volverse víctima. La ignorancia, rasgo común en la naturaleza humana, ha sido siempre un virus presente en la historia de las naciones, convertido en epidemia en el mundo de hoy.
El costo de vencer la ignorancia es alto; toma tiempo y mucho trabajo. Por eso, lo fácil es creer lo que nos cuentan o hacer lo mismo que hacen los demás, a lo que se suma la presión de grupo.
Además de la desinformación y las noticias falsas, y en lugar de la lectura y el aprendizaje, han crecido en número los consumidores del chisme y del escándalo y, por eso, la ignorancia está en aumento.
El problema, que ya es amenaza, es que las redes sociales nos acorralaron en burbujas. En cada una, se consume y se cree la misma información. Información que, por lo general, es distinta en cada burbuja y casi ninguna pasa los filtros de la verdad o la objetividad.
Lo grave es que así se refuerzan la desinformación y la mentira, que cada día se cuestionan menos y, por eso, se refuerzan el fracaso, la derrota y la decepción. ¡Cuidado! Pues ese es el mundo en que vivimos.
La información no siempre conduce a la verdad. El poder no es sabiduría, ni da la razón, y mucho menos es dueño de la verdad. Por eso, la importancia de cuestionar, de dudar y desarrollar un pensamiento crítico.
Solo hay que recordar el daño y la destrucción, la pobreza y el atraso, el sufrimiento y la sangre que provocaron el comunismo, el nazismo, el estalinismo, y el que siguen provocando las distintas versiones del populismo autoritario, que son más de lo mismo con empaque distinto. Pero la gente les sigue votando.
Por algo afirmó Orwell que “la ignorancia es fuerza”.
Al menos, le recomiendo que tenga siempre presente que la libertad política y la libertad económica son inseparables, y que un sistema judicial independiente y eficiente garantiza sus derechos.
Simplemente, no nos dejemos. Podrán decirnos ignorantes, pero no tontos, ni súbditos ni esclavos.