Editorial del programa Razón de Estado número 244
Los pueblos de América Latina están cada día más desencantados con los políticos y con las instituciones de la democracia.
La justicia se ha parcializado, la ausencia del Estado es evidente en demasiados países, las oportunidades escasean y la economía aprieta. Los ciudadanos se sienten lejos de los procesos de toma de decisiones.
La crisis de la democracia representativa es real. La NO división de poderes amenaza el fundamento de la república.
La creciente brecha entre la élite política y el ciudadano erosiona la función y la soberanía del Estado democrático; por eso surge la crisis de representación, la falta de deliberación y la ausencia de acción colectiva.
El surgimiento de caudillos populistas y autoritarios es la respuesta a la insatisfacción popular con la democracia. Por eso la retórica antielitista gana el apoyo de las masas.
El populismo autocrático reproduce una clase política que se alimenta de sus errores y de las consecuencias de sus decisiones, que son siempre un desastre.
La idea que subyace en el populismo es que la clase política no representa al pueblo, sino le sirve; pero en realidad, se sirve de él y le trata con desprecio.
Aun así, el problema político de nuestro tiempo no es el auge del populismo, sino la incapacidad de las democracias para crear ciudadanos libres, presentes y activos que hacen valer sus derechos y presionan a sus gobernantes para que gestionen con capacidad, honor y honrades los asuntos de Estado y aborden las preocupaciones de la sociedad.
Solo los tiranos prometen soluciones simples y rápidas a problemas complejos y profundos.
En lugar de confiar en personajes iluminados y carismáticos, es mejor el compromiso activo con la democracia y la participación ciudadana para evitar caer en las trampas del populismo y la tiranía.
El gran desafío para la democracia de hoy es involucrar al ciudadano en la toma de decisiones a través de sus representantes en el Estado para recuperar la confianza del pueblo en las instituciones políticas.
Ya no más, el pueblo contra la democracia.
Los tiempos han cambiado. Las calles de América Latina quedaron marcadas por las huellas, el sudor y la sangre que dieron a luz a nuestras democracias. Hoy, esas calles extrañan a los ciudadanos valientes y les piden que vuelvan, en paz, pero con firmeza, porque de eso depende que corrijamos el presente para salvar el futuro.