Editorial del programa Razón de Estado número 318.
En los países capitalistas y desarrollados, hay suficientes ricos y una clase media grande, fuerte y dominante; eso sí, hay que trabajar y duro, pero se sale adelante. Los pobres son una minoría a la que se debe dar todo el apoyo para que se eduquen y encuentren oportunidades para salir de la pobreza.
Cuando la pobreza es extrema, la cual es marginal en estos países, gobierno y sociedad deben ser solidarios y encontrar soluciones que alivien ese drama humano que es la miseria.
En los países socialistas o populistas, los ricos son los gobernantes, no precisamente por honrados o trabajadores. No hay clase media; y el pueblo, los gobernados, son todos igualmente pobres o lo serán pronto.
Uno de los grandes debates de nuestro tiempo es la desigualdad económica. Ideólogos mal intencionados de izquierda populista se desgarran las vestiduras denunciando la desigualdad, cuando el problema no es la desigualdad, es la pobreza. Y esta tiene solución. La desigualdad no, pues el Creador nos hizo distintos a todos, y a menos que sea en una dictadura, allá donde haya libertad, siempre habrá desigualdad. Menos mal.
La desigualdad es conflicto cuando es producto del abuso, la corrupción, la explotación, el subdesarrollo político. Es conflicto cuando la democracia no funciona, cuando hay desigualdad ante la ley, cuando la libertad económica no existe.
El discurso de la desigualdad es una herramienta ideológica y un arma política de la izquierda populista. La desigualdad es la discusión equivocada.
En lugar de producir demagogia, los políticos debieran gobernar para reducir la pobreza desde el capitalismo liberal, el único sistema económico que lo ha logrado.
En la naturaleza humana está el hecho de que no nos gusta la desigualdad. Aunque no lo digamos, no nos gusta que alguien sea, tenga o haga más que uno.
El que tiene dos gallinas le desea la muerte al que tiene cuatro. Quien tiene un carro envidia al que tiene dos. El del carro viejo desea que choquen al del nuevo.
La naturaleza humana tiene siempre espacio para evolucionar.
En los países subdesarrollados con democracias débiles, políticos mediocres y gobiernos corruptos hay pocos ricos, una clase media débil y pequeña y muchos pobres. Deben trabajar en su modelo de desarrollo.
Solo las dictaduras pueden hacernos a todos iguales y será en pobreza, esclavitud y desesperanza.
Por eso son importantes la educación, la creación de oportunidades, la certeza jurídica y la libertad económica. Esta es la ecuación que, más que reducir la desigualdad, te sacará de la pobreza.
¿En qué país quieres vivir?