
Editorial del programa Razón de Estado número 338.
Los juegos de tronos, las guerras del poder, existen desde los tiempos de los cavernícolas, aquellos hombres de las cavernas que se mataban entre sí por la cueva, la comida, la mujer. Peleaban por el poder.
Aquellos personajes trogloditas, que se parecen mucho a algunos que están hoy entre nosotros, fueron la primera manifestación de algunas de las características en la naturaleza humana.
¿Cuánto hemos evolucionado en realidad? ¿Cuánto nos falta? Hoy seguimos matándonos unos a otros, más o menos por lo mismo: tierra, dinero y poder. Legal o ilegal.
Si la ciencia es la permanente e incierta búsqueda de lo desconocido, la política es el arte del engaño, la mentira, la traición, cada día con menos límites. Cada día sirviendo menos al ciudadano, a la comunidad, a las naciones. El objetivo es alcanzar el poder, a cualquier costo. Y cuando ya están ahí, la obsesión es mantenerlo, también, a cualquier costo. Solo vean lo que está haciendo Sánchez con España.
Por supuesto, que en la política hay excepciones. Hay dirigentes, estadistas, funcionarios que dan la talla. Hombres y mujeres capaces y honestos. Gente de honor; pero son eso, excepciones.
China, Rusia, Corea del Norte, entre otras autocracias en Asia y Europa, o las tres dictaduras en América Latina, y los impresentables que quieren copiar sus despropósitos, son la prueba evidente de que todavía hay trogloditas entre nosotros.
China, con 75 años de dictadura, seis tiranos, millones de asesinados y complejos imperiales, está en una cruzada por el mundo, especialmente en América Latina, para acumular más poder, vencer a Estados Unidos e imponer su cultura de corrupción, violencia e imposición. El objetivo chino es prostituir, aún más, las débiles democracias en nuestra región.
En 1840, Tocqueville anunció que vendrían tiempos en los que el poder del Estado, con el pretexto de velar por el bienestar de los ciudadanos, terminaría suprimiendo su autonomía y reduciéndolos a una especie de infantes perpetuos sometidos.
Don Alexis hablaba de democracias supuestamente protectoras y benefactoras que terminarían suprimiendo la libertad individual y asfixiando la iniciativa personal.
Ya sea desde el presidencialismo, desde las cortes o los congresos, se manipularía la política; la justicia sería un instrumento de venganza y represión, y se impondría la democracia totalitaria. ¿Estamos ahí?
Hobbes afirmó que la vida del hombre sin la civilización era solitaria, pobre, miserable, bruta y breve.
Hasta que no aprendamos que la única fuente de civilización son la libertad y la ley, en democracia, los seres humanos seguiremos siendo una especie en peligro.