Editorial del programa Razón de Estado número 138
En una nación dividida, enfrentada, sin inversión suficiente, sin crecimiento suficiente, sin oportunidades suficientes, sin ley, sin justicia, sin instituciones fuertes e independientes y sin líderes capaces, la democracia republicana se debilita y su vida corre peligro.
En el mundo de hoy, las exigencias de la democracia y las condiciones para su sobrevivencia están íntimamente relacionadas a los valores de la libertad, la división de poderes y el Estado de Derecho.
La salud y la fuerza de una democracia republicana dependen del respeto, la unidad y la comunicación que existe entre sus ciudadanos, entre los distintos grupos de la sociedad.
Es cierto que, también, en el mundo de hoy, la diplomacia debe recuperar su prestigio y su influencia.
Para alcanzar, algún día, el desarrollo, habría que aceptar que somos una nación en la que la inversión y el emprendimiento se deben identificar con la escasez, no con la abundancia, pues aquí nos hace falta casi todo.
Por eso la libertad económica, el respeto a la propiedad y la certeza jurídica han sido siempre la fórmula del desarrollo.
Para Guatemala, como para el resto de Centroamérica, esta fórmula ya no es suficiente porque dejamos pasar mucho tiempo. De alguna manera, nos dejó el tren; y encima, nos cayó una pandemia.
Ahora bien, para grandes crisis y desafíos, grandes soluciones y oportunidades.
Para Centroamérica, las soluciones y el éxito de su futuro están en las reformas que fortalezcan las instituciones del Estado, empezando con leyes electorales limpias para la dimensión política, seguidas por el fortalecimiento del sistema de Justicia para la indispensable dimensión del Estado de Derecho.
Y para la dimensión económica, la unión económica de Centroamérica es el único camino realista que nos daría el crecimiento que necesitamos en velocidad y volumen.
Es aquí donde Estados Unidos, nuestro vecino del norte y la nación más poderosa del planeta; la nación a la que más de la mitad de nuestros jóvenes quisiera emigrar; es aquí, donde la tierra del Tío Sam puede usar su varita mágica y sus buenos oficios para motivar a sus desorganizados, subdesarrollados y revoltosos vecinos del sur a hacer un intento serio por resolver nuestros problemas para dejar de ser un problema para ellos.
El crimen trasnacional, el narcotráfico y la inseguridad son, y deben ser, los espacios donde más apoyo recibamos. Nuestra ubicación geográfica y la debilidad de nuestros Estados nos ha convertido en tierra de nadie, en puente para bandidos y en el cuarto de juegos de mafias criminales locales e internacionales.
En esto, Estados Unidos puede y debe apoyarnos, pues, si no podemos con los problemas económicos y sociales que sí tenemos obligación de resolver, en el tema de seguridad regional estamos perdidos y a la deriva.
Es aquí donde las extraordinarias y efectivas agencias de seguridad y cumplimiento de la ley de Estados Unidos pueden y deben ayudarnos a barrer y a trapear la basura acumulada que nos empuja y nos lleva a paso ligero a narco Estados o Estados criminales.
Si Guatemala y los centroamericanos queremos dejar un país y una región en la que nuestros hijos, en lugar de aspirar y suspirar por emigrar al norte, tengan una oportunidad de vida en la tierra que los vio nacer, las tareas incompletas están claras, las cuentas por pagar son evidentes y nuestro compromiso con la nación y con la historia hace tiempo que es una deuda pendiente.