Editorial del programa Razón de Estado número 101
Este año cumplimos 35 años desde la apertura democrática en 1985. De esas 3 décadas y media, casi dos, y hasta hace 7 meses, Guatemala fue gobernada por inútiles, rateros, ladrones, saqueadores, narcos y lavadores de dinero.
Qué país aguanta con estos bandidos ocupando los puestos de presidente, vicepresidente, primera dama dictadora, ministros de Estado, diputados, magistrados, seguro social y casi todos los puestos en la administración pública, desde donde se dedicaron a desmantelar el Estado, saquear sus recursos; y, además, con total impunidad.
Cuando por fin descubrieron y atraparon a algunos de estos malhechores; y no por un esfuerzo del sistema de justicia nacional, los mismos ciudadanos nos las arreglamos para hacer naufragar aquel defectuoso experimento internacional en lugar de corregirlo para que nos ayudara a limpiar el basurero en que se convirtió el Estado. Al menos, aquello era mejor que nada.
El problema, como si tuviéramos pocos, es que las bandas criminales que tienen casi destruido y casi capturado al Estado de Guatemala, están desesperadas por capturar y controlar también el Sistema de Justicia pues tienen a muchos de sus miembros entre prófugos y en prisión preventiva.
Este sería el último eslabón y el tiro de gracia para que consoliden un Estado criminal garante de impunidad; al servicio de las mafias.
Usan el virus 19 como excusa, cortina y distractor. Juegan con los tiempos y con la Constitución al mismo tiempo que nuestro país enfrenta la peor crisis económica y social del último Siglo.
Sin embargo, la pandemia que está destruyendo la nación que no hemos logrado construir, es la corrupción.
Decaímos en una sociedad de debates adulterados que buscan confundir, manipular y engañar; en una sociedad en la que cada cual con su discurso y cada uno con sus intereses, nos volvimos como un barco al que le entra agua… por la izquierda, por el centro y por la derecha.
Un Estado capturado por el crimen y la corrupción es un Estado condenado a muerte.
Guatemala tiene un cuerpo legal que ofrece solución a nuestros conflictos políticos y a nuestros problemas societarios; lo que nos falta es aprender a respetar la ley, nos falta aprender a vivir en democracia, a respetar la división de poderes, a desarrollar experiencia constitucional; lo que nos falta es el ciudadano; un ciudadano presente, exigente, comprometido y dispuesto a luchar por su país, por su democracia, por un Estado de Derecho, por su libertad.
Si queremos ver a Guatemala en el pedestal de las naciones modernas y desarrolladas, lo que nos falta es construir y consolidar la cultura democrática, liberal y republicana.