231. Dionisio Gutiérrez: Un viejo y querido amigo

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231. Dionisio Gutiérrez: Un viejo y querido amigo

Editorial del programa Razón de Estado número 231


 

Un viejo y querido amigo, viejo en amistad, y más viejo todavía en edad, de origen español, pero ciudadano de varios países latinos la mayor parte de su vida, me contaba hace unos días que tuvo muy mal criterio para escoger las ciudades donde vivió y peor suerte con los eventos que le tocó vivir.    

Emigrar, en especial por necesidad, es una de las experiencias más fuertes que enfrentan los seres humanos. Romper con las raíces, dejar a la familia y dar ese salto al vacío no es poca cosa.

El amigo me contaba que, de joven, emigró a La Habana de los Castro, y en los casi 70 años de vida que tiene, pasó de Cuba a Nicaragua, luego a Venezuela para seguir al Buenos Aires de Borges y terminar en Lima, Perú, al mismo tiempo en que ganaba las elecciones uno de los analfabetos más grandes que jamás haya llegado a la presidencia de una nación latinoamericana – un tal Pedro Castillo – solo superado por el gorila asesino de Caracas. 

Me decía el amigo español que ve con tristeza que América Latina está siendo secuestrada por una colección de penosos sujetos; personajes a los que podemos identificar como mercachifles populistas, de izquierda o derecha, aunque la inmensa mayoría son de esa izquierda vetusta, extremista, vividora, que entiende poco de nada.

Estos politicastros, me decía el amigo – vio a demasiados de cerca por los países en los que mal escogió vivir – son alcaldes de pueblo, diputados, ministros o presidentes, pero en realidad, son gentuza que se aprovecha de la legalidad, o bien para robar o bien para no pagar, porque para ellos la legalidad no existe. Viven en su mundo fantástico, que es el de la revolución. Son ladrones de vidas, sueños y libertades.

Escuchando al amigo, debo confesar que en mi mente hacía los cálculos sobre el nivel de torpeza que tuvo para escoger los países a los que emigró, y los que abandonaba por las mismas razones: populismo autoritario, conflicto, corrupción, falta de oportunidades, ausencia de legalidad, pobreza, pérdida de libertades.   

Con rabia y frustración, cerró su alegato el amigo, diciendo: Es que Canel, Maduro, Evo, Correa, Pedro, el mesías tropical y los otros dictadores conocidos, solo servirían para un concurso de mamarrachos y harían un favor a nuestro continente si se fueran a cantar la minga dominga a la casa de sus abuelas.  

La verdad es que el amigo lleva razón. Aunque esos populistas sean más listos de la cuenta – como otros que se dicen de derecha – no saben ni lo analfabetos que son. La vida y la historia les hará pagar el daño que hacen. 

Menos mal que los latinos apreciamos la libertad y la sabremos defender.

 

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