Editorial del programa Razón de Estado número 226
Descubrir eso que llaman el sentido de la vida sigue siendo una de nuestras más caras aspiraciones.
Aprender a vivir no es poca cosa, sobre todo cuando se dispone de un tiempo tan corto.
Como dicen, no es el tiempo el que pasa rápido, es la vida; por eso, el gozo de vivirla está en el camino, no en el destino.
La vida es incierta, cuesta arriba e imperfecta. Por eso, quienes logran dar importancia a las cosas que realmente importan, alcanzan mayor bienestar.
Dice un maestro que en la vida se dan situaciones en las que su lógica escapa a toda lógica porque no pasan por la razón.
La prisa, la presión, las pasiones, el peligro, el miedo alteran el curso de nuestro juicio; la lógica deja de ser la guía de nuestra conducta porque no toda acción humana es racional ni el ser humano es racional por naturaleza.
Por eso, además de educar la mente con la aritmética de las cosas, es importante conocer nuestro corazón, pues con frecuencia, la razón suele ser menos inteligente de lo que pensamos.
Dice otro maestro que las mejores relaciones se dan entre quienes aprenden a vivir con los defectos de los demás y valoran sus cualidades. Si quieres ser feliz, decía, haz feliz a alguien. Si quieres recibir, da un poco de ti.
Proponía el maestro que donde haya problemas veamos oportunidades y donde encontremos límites veamos posibilidades. Nunca arruines tu presente por un pasado que no tiene futuro.
El ser humano triunfa cuando aprende a usar sus talentos, sus virtudes, su fuerza, sus convicciones. Cuando desarrolla la comprensión, la tolerancia y la armonía que le permiten pasar siempre de las lágrimas a una sonrisa y del invierno a la primavera.
Estos días de Navidad invitan a buscar armonía en nuestras vidas y a recordar que las circunstancias nos impactan, pero no nos determinan; que sin compromiso jamás iniciaremos nada y sin consistencia jamás terminaremos nada.
Por eso, busquemos cada día las tres cosas que hacen grande al ser humano: algo qué defender, algo por qué luchar y algo por qué vivir. Recordemos siempre que el reto de la vida es luchar por ser razonablemente feliz a pesar de las tristezas; y descubramos que el dolor y el sufrimiento se superan cuando los vemos como oportunidades para amar.
Así, si es cierto que la vida se va sin parar, llenen su copa de alegría, gocen la tristeza, lloren si es necesario, aspiren hondo, no olviden nunca que la felicidad se conquista, no se compra ni se gana. Busquen siempre vivir con plenitud, rodeados de amistad, armonía, amor y generosidad.