Editorial del programa Razón de Estado número 220
Los doctorados honoris causa, un premio nobel, la admiración del mundo libre, el respeto de enemigos y detractores, una vida de lucha con saldo a favor y el cariño de quienes le conocen, sólo puede ser la prueba indiscutible de que se ha caminado una larga jornada por la senda del honor, la decencia y la libertad.
Mario Vargas Llosa, protagonista de un viaje de vida en el que la siembra siempre ha sido fecunda, se ha dado suficiente para recibir, se ha enseñado con entrega, se ha escrito con talento, se ha construido y se ha sumado muchísimo más de lo que se pudo restar.
Mario es uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos, considerado por muchos como el mejor escritor de habla hispana. Desde La ciudad y los perros, hasta La llamada de la tribu y Tiempos recios, pasando por La casa verde, Conversación en La Catedral, El pez en el agua, La fiesta del chivo, El sueño del celta, y muchas obras más, ha recibido todos los premios y galardones.
Las obras del autor, pero en especial sus novelas magistrales impactaron a sus lectores y marcaron un género y una época. Su pluma, aguda y elegante, le llevó ya al pedestal de los grandes de la historia en la literatura mundial.
Su paso fugaz por la política fortaleció sus convicciones y su compromiso en la lucha por la libertad y la democracia en América Latina. Mario Vargas Llosa tiene más lectores y admiradores de los que podemos contar, tiene más alumnos y seguidores de los que él conoce, ha instruido y construido más de lo que su propia contabilidad le dice.
Hace 20 años fundó con su hijo Álvaro y un grupo de amigos, la Fundación Internacional para la Libertad, una institución que sirve de tribuna y plataforma para defender y promover los valores liberales, las virtudes de la libertad.
Idealista, intelectual y visionario, su fundación se prepara para la segunda veintena, con más proyectos, con más ilusiones, ideas y convicciones. Sus aportes a la academia, al periodismo y a la literatura y a los procesos sociales y políticos que vivimos, fueron el fundamento en las primeras dos décadas y serán la fuerza y la inspiración para enfrentar las batallas que vienen.
Por eso, cuando se aprecia a un ser humano en la compleja y profunda dimensión de su vida y su saldo vital, se antoja que Mario Vargas Llosa es los poemas de Machado, el nombre y la gente de Ortega, el paseante y su sombra de Nietzsche, el arte de la prudencia de Gracián, el quijote de Cervantes, el respeto por la justicia del barón de Montesquieu, la libertad y la sociedad abierta de Popper.
Así, desde La ciudad y los perros hasta la Fundación Internacional para la Libertad, la obra de Mario Vargas Llosa seguirá para siempre, presente y activa, dando al mundo riqueza intelectual y un legado de valores, literatura y civismo que unidos en uno, ofrecen lo que sólo los grandes pueden dar a las naciones que están dispuestas a morir para vivir en libertad.