Editorial del programa Razón de Estado número 240
La familia, los amigos, nuestra casa, nuestro trabajo o profesión, la economía, la política, la religión son las dimensiones de la vida que más ocupan nuestro diario vivir.
Todas, menos la religión, son tangibles, visibles, de este mundo. Cada quien, practica su religión o no, como mejor le parezca
Como si no tuviéramos desafíos importantes en mantener las cosas de la vida terrenal, a flote y en orden, ciertos grupos y personas han sido capaces de enredar, manipular y usar la religión con fines ideológicos, para objetivos económicos, o con peores propósitos.
Por eso, así como la política, las religiones del mundo tampoco pasan sus mejores días. Las proyecciones no son optimistas.
Los seres humanos, con frecuencia, buscamos ese tan necesario refugio espiritual en el lugar equivocado. Por eso, es importante, para quienes así lo deseen o lo necesiten, encontrar la conexión espiritual de forma más directa, sin intermediarios que se aprovechen.
Un querido maestro de teología me dijo hace años que es más difícil cambiar las creencias que las ideas, y que, en un mundo como el nuestro, debemos avisparnos para evitar que, encima de lo que, a veces, nos hace el mundo terrícola, algunos listos agreguen los falsos cielos que inventan.
Esto viene a cuento porque en la década de los 60, el mundo se encaminaba hacia el socialismo. Casi la mitad de la humanidad vivía bajo su dominio, y según la Curia de la época, era cuestión de tiempo para que la otra mitad cayera.
A partir de aquellos días, el capitalismo en libertad triunfó y en los siguientes 50 años trajo el mayor bienestar que la humanidad haya alcanzado. Y la Iglesia, aprendió de sus errores.
Hoy, toca otra vez repetir ambas hazañas. La primera, volver a creer que Dios y la religión que profesamos, nos hicieron nacer en libertad, y por eso, beneficiarios de nuestro esfuerzo y creatividad. Y la segunda hazaña, es reinventar el capitalismo para que vuelva a dar a la especie humana el bienestar que sólo un sistema económico de libertades, reglas claras y propiedad privada puede dar.
El socialismo fue y será siempre un fracaso. El capitalismo, como las Iglesias, para brillar otra vez, necesitan una remozada, para Gloria de Dios, y de quienes nos consideramos sus hijos.