Editorial del programa Razón de Estado número 215
Por estas fechas, Hispanoamérica celebra aquel día de 1492 en el que Rodrigo de Triana, desde un galeón español, dio el grito de tierra cuando se encontraron con el continente americano. Han pasado muchas cosas desde aquel día; la peor de todas es que quienes maldicen la historia, protestan su cultura y la acusan de sus males, hubieran querido que nos descubrieran y nos conquistaran los rusos, los norcoreanos o los iranís.
Es cierto que hemos cometido errores, tenemos unos cuantos problemas y algunos de los peores gobiernos del mundo; pero también es cierto que somos naciones jóvenes con pueblos que tienen tareas pendientes y mucho que aprender. Roma no se construyó en un día. Toma Siglos y generaciones llegar a donde están hoy las geografías hacia donde todo el mundo quiere emigrar. ¿O no?
Somos herederos de una cultura extraordinaria que, con sus dolores y oportunidades, nos llevó durante el Siglo XIX a la independencia de los países hispanoamericanos que también se conocen como América Latina. Cada uno usó su libertad, o no, y hoy, está como está.
En homenaje a Hispanoamérica, quiero contarles que hace 20 años tuve el privilegio de conocer al entrenador hispano de un equipo deportivo de grandes ligas en el norte de Estados Unidos. Además de humanista, emprendedor y hombre de bien, fue un líder capaz de guiar a sus equipos, no solo para alcanzar muchas victorias, sino para hacer de aquellos jóvenes, hombres y mujeres con valores, propósito e ideales.
Él decía que los humanos nos complicamos la vida por gusto y sin necesidad. La vida puede y debe ser más cierta y sencilla. El arcoíris tiene solo 7 colores y vean lo que hizo Miguel Ángel con ellos. La música tiene solo 7 notas y vean lo que hizo Beethoven con ellas. Solo existen 10 números y vean lo que hacen los políticos con ellos.
El maestro decía que hay 5 cosas que se deben tener: algo qué hacer, a alguien a quien querer, algo en qué creer, tener esperanza, sueños e ilusiones, y saber que lo que no crece, muere.
Y luego decía que, para triunfar, hay tres reglas que se deben seguir.
La primera, hacer lo correcto. O sea, no encontrar la cartera o la bolsa del prójimo antes de que la pierdan. Decía que nunca es buen momento para hacer algo malo y que nunca es mal momento para hacer algo bueno. Incluso ser optimista y disfrutar de la vida.
No vayas por el mundo contándole a la gente tus problemas decía. Al 90% no le interesan y el 10% restante se alegrará de que los tengas.
La segunda regla es dar tu mejor esfuerzo en cada tarea y cada día de tu vida. Esto te hará el mejor haciendo lo que haces. Puedes fallar, te puedes equivocar, pero importa que asumas la responsabilidad de tus actos. Esto te hará siempre sentir el mejor.
La tercera regla es demostrarle a la gente que te interesas por ella. Ser capaz de decir, aquí estoy, en qué te puedo servir. Ofrecer una sonrisa, dar palabras amables y de aliento. Ganar su confianza porque haces lo correcto. Esto te demostrará que la mejor inversión personal que puedes hacer es ayudar a los demás.
Si quienes habitamos hoy la América Latina ponemos en práctica estas tres reglas, sencillas y ciertas, seremos el mejor continente del planeta.
Siempre que compartía estas reflexiones con sus alumnos, aquel querido maestro terminaba frente a una estatua que tiene 3 palabras, y las leía así: confianza, compromiso, libertad. Y punto pelota.