208. Dionisio Gutiérrez: Ojalá

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206. Dionisio Gutiérrez: La libertad mata el hambre

Editorial del programa Razón de Estado número 208


 

Cada día, cada ser humano desde que amanece activa su rutina, resuelve las necesidades básicas de la vida y bajo un techo tangible, se prepara para iniciar la jornada.

Para la mayoría, la certeza de esos primeros pasos diarios los hacen movimientos automáticos casi inconscientes, seguros. La actividad mental está en la preparación o la preocupación para enfrentar las responsabilidades y los desafíos del día.

Sin embargo, para cientos de millones de personas en el mundo, su reto diario es sobrevivir, comer algo, aliviar una dolencia, tener dónde dormir. Uno de los rasgos de los tiempos que vivimos es que se están acumulando el número de problemas y de crisis, está aumentando el número de seres humanos que sufren y no estamos siendo capaces de ofrecer alivio y solución. Así se forman las tormentas perfectas.

Se han olvidado cosas tan simples como que el buen gobierno crea las condiciones que generan inversión para que todos tengan trabajo en lugar de robar o repartir los impuestos que paga la gente entre quienes no quieren trabajar.

Se han organizado grupos que se dedican a usar la pobreza como instrumento de conflicto, no como un objetivo al que se debe vencer. Son los mismo grupos que ignoran el proceso económico, los mismos que nunca han creado una empresa, pagado un salario y, menos, un impuesto. Están atrapados por el dogma, el resentimiento y la consigna.

Es cierto que son más libres quienes pueden vivir con menos pero estamos hablando de vivir. El mosaico de dificultades, inconvenientes y amenazas que hoy enfrentamos tiene a demasiada gente sufriendo en América Latina y en otras regiones del mundo.

La estadística y la historia confirman que en los últimos 70 años, a pesar de todo, hemos tenido evolución y desarrollo, pero en este presente turbulento estamos viviendo una temporada que si no se resuelve bien, podría regresarnos a otra que podría disgustarnos de sobremanera.

La política, la economía, el clima y la tecnología tienen de cabeza a un mundo que intenta descifrar el laberinto en el que se siente perdido.  Hay escasez de líderes, ideas y soluciones. Estamos comprometiendo e incluso sacrificando nuestras libertades con demasiada facilidad.

La democracia con todo y sus defectos sigue siendo la opción deseable y aceptable. La alternancia de izquierdas y derechas moderadas en los gobiernos dentro del marco democrático se vale y se necesita. Es sano que compitan, pero sin olvidar que el respeto a la vida, la propiedad a las leyes y a la libertad son el pilar de la civilización occidental, la forma de vida más exitosa, la que ha sacado a más pobres de la pobreza, la que ha desarrollado más naciones. No es perfecta, como digo, y necesita de mucho trabajo pero las otras opciones atrasan y empobrecen.

No tengo duda alguna sobre que la especie humana cantará victoria sobre este turbulento capítulo que estamos protagonizando. Lo que no me queda claro es cuánto dudará, qué costos tendrá y cuánto dolor dejará.

Al menos es evidente que abundan las oportunidades para aprender. La primera, no olvidar que el ser humano, el ciudadano, es la razón de ser del Estado cuando éste norte se pierde, la civilización y la libertad están en peligro.

Como todo en la vida, esto también pasará por la naturaleza valiente, resiliente y emprendedora del ser humano cuando llegue el momento, la generación a la que toca hoy resolver y avanzar, verá para atrás y dirá como lo hicieron nuestros antepasados: misión cumplida. Ojalá.

 

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