Editorial del programa Razón de Estado número 298

En tiempos de incertidumbre, confusión, desinformación y mentiras en la política, se vuelve indispensable la presencia de líderes que, además de honor, decencia y valor, tengan la capacidad de comunicar, decir las cosas como son para dar rumbo y claridad al esfuerzo cívico, al compromiso ciudadano, que tanta falta hacen en América Latina y el mundo.    

Contar con dirigentes íntegros que trabajan duro y dan el ejemplo se hizo en estos tiempos cuestión de sobrevivencia.

El cambio de era que estamos viviendo alejó al ciudadano de la política por el hecho de que es mucho más difícil salir adelante, progresar; por el hecho de que usted debe trabajar de sol a sol para buscar el bienestar de los suyos, y debido a que la política se convirtió en un desagüe de oportunistas y corruptos, de amarguras y bajas pasiones.     

Esta dinámica ha permitido la aparición del hombre fuerte, el déspota, el tirano; ha abierto la puerta a una colección de hijos de putin que roban y abusan, violan derechos, asfixian democracias y asesinan libertades.

Hoy, debemos ver con preocupación que cada día más países caen en manos de incapaces, bandidos, cínicos y sinvergüenzas que no respetan la dignidad del ser humano. Sociópatas que pretenden hacer de pueblos libres naciones de esclavos.   

El relato del desarrollo alcanzado y los éxitos de la especie humana están fundados en 3 valores:  Libertad, Democracia con división de poderes y Leyes que se respetan y son iguales para todos. No son infalibles ni perfectas, pero las otras opciones solo han traído atraso y pobreza. 

El desarrollo y el bienestar alcanzados no llegaron fácil a quienes los disfrutan. La historia está llena de sacrificios, dolores y muerte por las causas de la democracia y la libertad.  

Por eso, dos preguntas son obligadas en este presente de incertidumbre e inestabilidad; la primera, si estamos viviendo, otra vez, un tiempo en el que hará falta pagar un alto costo por vivir en libertad; y la segunda, qué precio estamos dispuestos a pagar por alcanzarla y preservarla.  

La historia nos recuerda que vivir en libertad exige vigilancia permanente, y que, cuando fue necesario defenderla, los pueblos que la alcanzaron pagaron el máximo costo. Y el presente nos impone que, si bien es cierto que vivimos en un mundo interconectado, cada nación, en gran medida, debe ganar sus propias batallas.  

Los pueblos que hoy sufren opresión porque les robaron su libertad tienen la palabra.