195. Dionisio Gutiérrez: Un nuevo campo de batalla

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195. Dionisio Gutiérrez: Un nuevo campo de batalla

Editorial del programa Razón de Estado número 195


 

En el mundo de hoy, y después de ver lo enredados que están sus continentes, se hace imperativo reflexionar sobre que más allá de hablar de derechas y de izquierdas en política, el siglo XXI nos trajo un nuevo campo de batalla que se divide entre demócratas liberales, de un lado, y populistas nacionalistas, de otro.

En América Latina, los demócratas liberales son la excepción, habrá tres, si mucho. Nuestro continente está casi tomado por populistas nacionalistas, la mayoría de izquierda, aunque también los hay de derecha, todos autoritarios, normalmente corruptos.

Si los valores y las ideas que han permitido a la humanidad progresar en los últimos trescientos años desde la Ilustración, cuando la libertad del individuo, la igualdad ante la ley y la seguridad jurídica, es decir, el Estado de derecho y la división de poderes, dieron a una parte del mundo sociedades abiertas, mercados libres, división del trabajo y por eso, oportunidades. Si estos valores facilitaron la escalera social y el bienestar alcanzado hasta hoy, allá donde se haya logrado, uno se pregunta cómo es posible que élites, ciudadanos y pueblos enteros estén eligiendo a sus verdugos y permitiendo que destruyan el corto e inacabado camino por el que, es cierto, con muchos dolores, pero íbamos avanzando.

Las naciones prósperas solo pueden serlo si alcanzan la modernidad política que respeta y reconoce al individuo como sujeto de pleno derecho más allá del color de su piel, el sexo, o la religión.

A partir de la caída del Muro de Berlín, la izquierda populista y autoritaria, aprovechando la incompetencia y la corrupción de gran parte de la derecha, reinventó el travestismo político, acabó con la igualdad ante la ley, cayó en el mareo de la identidad para promover el conflicto y abusa de una ignorancia malintencionada sobre el proceso económico como instrumentos para socavar la democracia y sus instituciones como medios para enfrentar a los ciudadanos en la estéril lucha de clases, dividiéndolos entre colectivos sociales, étnicos, sexuales o religiosos, para al final engañarlos y someterlos acabando con sus libertades y derechos civiles.

Extraviada en ese laberinto populista, autoritario, corrupto y narcotraficante, más de izquierda pero también de derecha, América Latina se está perdiendo desde México hasta la Argentina. Sólo en 2022, cayeron Perú, Chile y Honduras y corren peligro Colombia y Brasil.

Lo más grave y sorprendente de todo es que el modelo que intentan imponer estos grupos, apoyados por Rusia, China y el Grupo de Puebla, y por el que están votando los pueblos latinoamericanos, ya destruyó Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Ante escenarios como este sólo se puede concluir que el liberalismo ha sido incapaz de creer en sus virtudes democráticas y republicanas. Ha sido incapaz de defender sus éxitos históricos.

Al final, el ser humano a través de su historia y en su paso por el mundo, ha luchado por alcanzar más altos niveles de bienestar. Si nuestra especie, en especial, nosotros los iberoamericanos, deseamos rescatar el siglo XXI, hoy más que nunca, debemos reivindicar las ideas del liberalismo y ser más beligerantes en la defensa de sus valores.

 

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