
Editorial del programa Razón de Estado número 346.
Dicen que no es el tiempo el que pasa rápido, sino la vida. Por eso, haríamos bien los seres humanos en dedicar tiempo consciente a identificar las dimensiones de la vida a las que debemos poner más atención para alcanzar esa quimera que se puede resumir en “ser razonablemente feliz”.
Comprender la vida —la ecuación, el dilema, el misterio o como quiera usted llamar a las claves que hacen que merezca la pena vivirla— debe ser el desafío más importante que los seres humanos enfrentamos. De esto depende todo lo demás.
Se supone que los humanos somos una especie en constante evolución, aunque a veces sintamos que estamos retrocediendo. Lo que sí es cierto es que nos cuesta aprender de la experiencia de otros y tropezamos varias veces con la misma piedra. Somos una especie un poco distraída, a veces necia y, con frecuencia, egoísta. Por eso toca seguir evolucionando.
Uno de los maestros de estas artes dice que, en la vida, hay cuatro dimensiones a las que debemos dedicar tiempo, dar prioridad y hacer parte de nuestra rutina de vida.
La primera: la dimensión espiritual. Creer en algo y respetar ciertos valores. La segunda es la familia, como sea que esté formada, pero que usted se sienta en familia y cuente con ella. La tercera dimensión son los amigos, su vida social y lo que le da sentido de comunidad y pertenencia. Y la cuarta dimensión es su propósito de vida: su profesión, su vocación, a lo que se dedica para vivir y para realizarse como un ser humano que es parte de un esfuerzo colectivo.
No importa qué tanto nos cueste vivir, llegar al final de cada día; el consejo más sabio que he escuchado es que, cuando la vida se complica y se pone cuesta arriba, hay que afirmar, confesar, que, a pesar de todo, la vida es la única oportunidad que tenemos para ser razonablemente felices, y hay que intentarlo. No se llega a la felicidad sin la tristeza, ni a la madurez espiritual sin sacrificio.
Así es. Por eso, sigamos evolucionando y motivemos a que cada generación aprenda de los viejos, además de sus propias experiencias. Sería idea que lo hagamos un poco más rápido. Y no perdamos de vista que la vida pasa rápido. Si queremos ser razonablemente felices, viendo los resultados, conviene seguir aquel consejo de Sócrates. “Conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.