Editorial del programa Razón de Estado número 321.
Extraño lugar este mundo en que vivimos los humanos.
Cuando creímos haber llegado al siglo XXI con las ideas claras sobre cómo se alcanza el desarrollo, con los milagros tecnológicos y con la democracia y la libertad como métodos probados para seguir avanzando; cuando creímos que el siglo XXI sería una era de evolución y prosperidad, llegaron los ataques terroristas del 9/11 en 2001. Le siguió la gran recesión en 2008; después llegó la primavera árabe en 2010, que de primavera tuvo poco. En 2020 apareció una pandemia; en 2022, le siguieron la cobarde y criminal invasión rusa a Ucrania y las peligrosas intenciones chinas en Taiwán y en 2023 se ejecutó el ataque terrorista a Israel y explotó la guerra en Medio Oriente, con Irán como principal responsable.
Siguen los conflictos armados en África, con devastadoras consecuencias humanitarias; y, desde hace tres meses, estamos viendo los atropellos impunes de la criminal narco-dictadura en Caracas, que, hasta el momento, se está robando la voluntad soberana de un pueblo expresada en las urnas. Este crimen, sumado a la populista y autoritaria reforma al sistema de justicia en México, son precedentes que podrían dar el tiro de gracia a las débiles democracias en toda la América Latina.
Por si fuera poco, a este tenebroso inventario se suman el clima, haciendo de las suyas; una elección en Estados Unidos, que será determinante e histórica para el mundo; el avance del narcotráfico y la corrupción en la consolidación de Estados criminales; y, para cerrar con broche de oro, la insuficiente economía global está presentando más dudas y desafíos que claridad y oportunidades.
Pues, cuando creímos que el siglo XXI sería como el pan con mantequilla, nos encontramos con un mundo que está a punto de explotar. Hay demasiados locos con poder, hay demasiados pueblos mal informados y manipulados; el ciudadano está ausente y las élites están escondidas en sus burbujas, que son tan frágiles como las del jabón.
Este inventario no es cuestión de optimismo o pesimismo. Es cuestión de datos. Este no es un momento geopolítico ordinario. Las naciones del mundo debemos tomar conciencia de la insensatez política actual y del peligro en que nos tienen los necios que se empeñan en crear problemas y conflictos sin razón.
Este es uno de esos momentos en los que, en cada nación, hace falta que surjan los líderes capaces y honorables: los próceres, los fundadores; los que saben que la verdad, la justicia, la paz, la democracia y la libertad son los únicos valores que garantizan la continuidad de la especie humana.