Editorial del programa Razón de Estado número 181
“Cuando los tontos mandan” es el título que puso un escritor a un libro en el que reunió sus columnas de prensa, desde las que hacía críticas a la clase dirigente; a políticos y otras élites que tienen tiempo de no estar a la altura de los tiempos que vivimos.
Eso que llaman “élites dirigentes”, desde los políticos a quienes los pueblos eligen – cuando pueden hacerlo – o los jefes, líderes y directores que, por contrato, mérito propio, herencia o suerte como sucede en la economía, la academia o la sociedad civil; forman los grupos que marcan el diario vivir de los pueblos y definen el rumbo de las naciones.
Los cambios políticos bruscos y drásticos o las revoluciones que hemos visto a través de la historia se dieron cuando esas “élites dirigentes” llegaron a extremos de cinismo, incompetencia y corrupción que llevó a los pueblos a tomar la única opción posible: quitarlas del camino. A las buenas o a las malas. Por sobrevivencia.
Hace unos días, un intelectual iberoamericano decía que en las relaciones internacionales como en las disputas internas de muchos países, estamos asistiendo a tal cúmulo de comportamientos psicóticos, que, hay que convenir en que el deterioro de la salud mental es cada vez más visible entre las clases dirigentes.
Hoy vemos la forma en que un déspota demente y asesino putinisa Europa, y si nos descuidamos, al mundo.
Hoy sentimos rabia por la impunidad con que oprimen los tiranos matonescos que mandan en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
No salimos del asombro por la locura de elegir a un personaje como el que hoy preside al Perú.
Pueden ser causa de infarto las propuestas de ley que estamos escuchando en la constituyente chilena, que llevaría al país que fue referente de la América Latina de regreso al Siglo XVII, cuando el menor de sus problemas era que todavía existía la esclavitud.
Y ahí no termina. Si Colombia elige este año a un tal Petro, la tierra de García Márquez podría seguir los pasos oscuros del populismo destructivo que sufren algunos de sus vecinos.
Este drama continental tiene explicación. Se llama el péndulo. Las “clases dirigentes” han fallado. Las que se autodefinen de derecha, que de liberales tienen poco o nada, en su mayoría son grupos de delincuentes que llegaron al poder para robar y mal gobernar. Se parecen a sus gemelos que se dicen de izquierda, porque su discurso es revolucionario; pero en realidad son grupos de criminales que llegan a los gobiernos para apoderarse de países enteros.
El péndulo izquierdo, revolucionario y populista está hoy tomando el control de América Latina. Haga usted el inventario de causas y posibles consecuencias.
La historia califica la calidad de decisiones que toman las élites dirigentes. Paga o cobra en función de las consecuencias que éstas provocan. Por eso es tan importante saber que el progreso y el bienestar de las naciones depende de que las victorias y los avances sean suficientes. La democracia sin desarrollo económico dura poco. La libertad que ésta ofrece está en peligro cuando hay desempleo y pobreza.
La historia de los pueblos es la suma de los hechos y los resultados que marcan sus éxitos y sus derrotas; sus momentos de gloria o de asfixia. Por eso, los ciudadanos del mundo deben liberarse de los tontos que mandan, de los tiranos que oprimen y de los psicópatas que envenenan la sociedad.
Los ciudadanos del mundo pueden equivocarse cuando eligen a sus gobernantes, pero jamás deben perder el derecho a cambiarlos con el voto en libertad cuando incumplen o traicionan.
La estabilidad política que ofrece la democracia republicana solo se consigue en las naciones donde su gente puede soñar en libertad, concebir ideas que se hacen realidad y alcanzar niveles dignos de bienestar.