Editorial del programa Razón de Estado número 160
Los científicos afirman que el sol empezó a brillar hace unos 5,000 millones de años y que la vida en la tierra surgió hace 3,500. Las plantas con flores aparecieron hace 35 millones de años y con ellas se asomaron muchos de los mamíferos actuales, incluyendo los primeros primates: los monos – los simios.
Los primates vivían cómodamente en los árboles, casi sin predadores, y se alimentaban de frutas, que abundaban. La buena vida los llevó a la superpoblación, y por eso, a una era de conflicto y hostilidades entre ellos. Muchos primates se vieron obligados a abandonar su vida en los bosques y emigraron a las llanuras y a las praderas, donde las hierbas, que no sabían digerir, y la caza, para la que no tenían herramientas, eran la fuente de alimentación.
Esto obligó a aquellos grupos de primates migrantes, a cambiar y a evolucionar para sobrevivir. Dicen que, ante la falta de árboles, los primates mejor dotados se empezaron a parar, para tener contacto visual con sus compañeros. Por estas y por otras, el mundo empezó a ser testigo de la aparición de las primeras especies que nos llevarían a lo que conocemos hoy como “el hombre”, la especie humana.
Pasaron los glaciares, vivieron escasez, aprendieron a manejar el fuego para no morir de frío, aunque los inviernos eran devastadores. Se mataban unos a otros y fueron apareciendo, cada vez, más predadores y amenazas que les obligaron a aprender a defendernos, a negociar, a conceder y a evolucionar para sobrevivir.
Las fuerzas de la naturaleza fueron siempre superiores e implacables, como hasta hoy. Éstas hacen y deshacen lo que toca, con la vida y el planeta.
Después de muchas vueltas y sobresaltos, hace 25,000 años, el Homo sapiens se convirtió en la especie humana sobre la tierra.
Si hacemos las sumas y las restas de lo que lleva la historia de la humanidad; y a pesar de cualquier cosa, el saldo es muy positivo y la evolución ha sido extraordinaria.
Desde la expectativa de vida hasta la forma en que nos curamos, las opciones que tenemos para aprender, las alternativas con las que contamos para producir y el desarrollo de la tecnología en esta era exponencial en que vivimos, son claros ejemplos de que la especie humana ha evolucionado y está siempre en constante evolución.
Las quejas y los quebrantos vienen de la política y de las malas prácticas con que muchos países nos gobernamos. No cabe duda de que es en la política y desde la política donde muchos primates, gorilas primitivos que no evolucionaron, se esconden y hacen de las suyas. Condenan a naciones enteras a la pobreza y al subdesarrollo.
Solo hay que ver la ofensiva y vergonzosa actuación de los dictadores de La Habana y Caracas en la cumbre latinoamericana hace unos días; el ridículo que hicieron su primitivo anfitrión y sus comparsas. Solo hay que ver los dramas, las desgracias y los dolores que sufren los países mal gobernados; a causa de los pueblos que se dejan.
En estos días de Bicentenario para celebrar un momento de la historia –más no del presente, porque quienes estamos hoy queremos y sabemos que podemos estar mejor– pensamos y soñamos que, para el Tricentenario, dentro de 100 años, habremos construido y consolidado las naciones modernas, desarrolladas, libres y republicanas que anhelamos.
La historia de la humanidad confirma que, con el paso de los siglos, el mundo y sus habitantes evolucionan y mejoran. El problema es hoy; ¿qué hacemos con este presente, que es nuestro, y que está lleno de incertidumbre y desesperanza, lleno de misiones que parecen imposibles y con demasiados antropoides primitivos, nocivos y destructores, con demasiado poder?
La respuesta está en cada uno de nosotros, en nuestra voluntad, compromiso y corazón para luchar por el cambio y la evolución. La clave está en la política, en la democracia republicana, en el respeto a la ley y en la libertad.