América Latina tiene una gran oportunidad para dar un salto cualitativo hacia el desarrollo. Pero es preciso contar con una ecuación que incluya velocidad, consistencia y disciplina.
Con el paso de los gobiernos, los años y las generaciones de ciudadanos, la mayoría de pueblos de América Latina seguimos esperando con ansias la llegada del desarrollo. Vamos avanzando, pero no al ritmo que hace faltan y corriendo demasiados riesgos.
Los profundos problemas sociales y la ausencia de liderazgos eficaces en una amplia región de nuestro continente provocan altos niveles de inestabilidad política. Esto crea una atmósfera que favorece la llegada de proyectos populistas y antidemocráticos al poder. Y cuando estos llegan, aunque sea por la vía democrática, es muy difícil sacarlos. Secuestran la democracia y asfixian las libertades civiles.
Se dice fácil, pero lograr reunir los elementos de la ecuación que transforma naciones y les permite alcanzar bienestar es una tarea tridimensional y compleja. Podemos identificar ese trío como: velocidad, consistencia y disciplina.
Proyectos de Estado
Es lo mismo que decir: “tener un proyecto de Estado” (que facilita la velocidad), una cultura societaria que lo promueve (esto da la consistencia para resistir la travesía) y el consenso suficiente (que mantiene la disciplina para llegar al final). Crecer al 8% no es fácil, y tal vez haya países que aunque quieran no tienen cómo.
Evitando métodos tradicionales, el ejercicio de responder a esas inquietudes se debe iniciar al final de la ecuación. Y ahí, la pregunta obligada es: ¿qué debemos hacer para que nuestras economías crezcan alrededor del 8% cada año?
Una prestigiosa universidad con incidencia global ha pro- movido un ejercicio en varios países, el cual consiste en reunir un grupo de expertos en temas de desarrollo, que hayan vivido los dolores de los consensos y sufrido los obstáculos que se imponen para pasar de las palabras a la acción.
Estos expertos se encierran en un cuarto y, ayudados por dos técnicos facilitadores, tienen como misión producir al menos siete proyectos que respondan a la pregunta. Si dejamos correr la imaginación, su- pongamos que la propuesta ofrezca ideas de políticas fiscales extraordinarias para promover in- versión, proyectos de turismo, energía, infraestructura, seguridad ciudadana, certeza jurídica y relanzar al mundo la “marca país” para cada cual. Esto debiera incluir organizar misiones internacionales para promover en el mundo proyectos y posibles inversiones para cada país, según sus ventajas comparativas.
Para cada proyecto hará falta un desarrollo técnico de factibilidad, una propuesta legislativa que lo facilite y los recursos para iniciar una cruzada nacional e internacional para hacerlo realidad.
Cada proyecto sumará inversión de capital, posibles oportunidades de trabajo y determinado grado de actividad económica indirecta.
En este ejercicio vital, cada país debe descubrir su potencial y aprovecharlo al máximo, respetan- do el medio ambiente y siendo consecuente con la responsabilidad social empresarial.
Los países que no tengan la masa crítica o la economía de escala para crecer a una velocidad que les permita alcanzar el desarrollo tendrán que
buscar su respuesta en una integración económica en bloque, tratados de libre comercio o alguna otra idea creativa.
Los tiempos que vivimos nos enfrentan a una encrucijada que debemos resolver. Además del fortalecimiento institucional y la consolidación de la democracia, debemos acelerar el crecimiento económico y aliviar los problemas sociales para minimizar los riesgos de caer en paréntesis autocráticos o experimentos populistas.
América Latina tiene grandes oportunidades. No perdamos un día más y respondamos qué debemos hacer para crecer, lo antes posible, a 8% al año durante los próximos 20 años.///
.pdf"]