La métrica del éxito es aprender a cuidarnos y evitar al máximo las muertes.
A la mayoría de naciones de América Latina, la pandemia les cayó con democracias fatigadas, sin recursos y sin líderes que den la talla para enfrentar una crisis de a magnitud que está provocando el Covid-19; un virus al que algunos presidentes le suman rasgos autoritarios y medidas que están causando más daño que la misma pandemia.
Por eso, pensar que la salud de la gente y la economía estén en manos de políticos; como el virus, es motivo de pánico.
Los gobiernos sienten la responsabilidad y toman las medidas que creen convenientes. Se equivocan con frecuencia y más en países sin recursos y con sistemas de salud que estaban destrozados antes de la crisis por los mismos políticos y sus mafias.
Pero en una pandemia, aunque no queramos, el Estado debe recuperar de inmediato su relevancia, subir el estándar, estar a la altura y asumir la responsabilidad; al lado de los ciudadanos y con los ciudadanos. Confiando en ellos, respetando sus derechos y libertades.
Por eso, con más razón, los ciudadanos responsables y libres somos la parte importante de la defensa y la solución a la crisis; y los mejores aliados de los gobiernos.
Después de varios meses de pandemia, seguimos buscando razones y sentido a esta locura; un esfuerzo en el que no estamos solos, pues, científicos de todas las ciencias y artes están en lo mismo y siguen con las mismas dudas que todos tenemos: ¿qué tan contagioso es el virus realmente?, ¿por qué a algunos les hace tanto daño, o incluso los mata?, ¿qué medicinas funcionan?, ¿cuándo estará la vacuna?, ¿por qué tanta gente no tiene síntomas?, ¿hay inmunidad después del contagio?
La falta de respuestas claras y convincentes genera miedo; otro virus malo para la salud. En todas las pandemias de la historia, hasta que pasan, los contagios suben y bajan en gradas, pero los números siempre van para arriba. Cuando se controlan, después de un tiempo, vienen la segunda y la tercera ola de contagios; y no queda alternativa que enfrentarlas hasta que llegue la inmunidad. Por contagio superado o por vacuna.
Se entiende que los gobiernos de países subdesarrollados quieran evitar que los hospitales colapsen; pero las pandemias no perdonan y los encierros son condenas a muerte por hambre. La gente saldrá a buscarse la vida y deberá defenderla contra el virus. Por eso, la métrica con que los gobiernos miden el éxito no puede ser la tendencia del contagio porque ésta siempre va para arriba; y si la quieren bajar con encierros largos y toques de queda hacen más daño del que quieren evitar.
La métrica del éxito es aprender a cuidarnos y evitar al máximo las muertes. ¿cuánto tiempo usamos cada día para informarnos sobre la pandemia y el virus, sobre las tendencias, los modelos y las proyecciones de contagio; o las muertes? Lo que está claro es que no podemos encerrarnos dos años. Tendremos que aprender a vivir con el virus al mismo tiempo que continuamos con la vida. Y mientras llega la inmunidad, cuidar la salud al mismo tiempo que trabajamos para sobrevivir será el reto que debemos enfrentar.
La paradoja es que esto es hoy una contradicción, y, además, una amenaza; pero ¿qué opción tenernos? Los científicos también coinciden cada día más en que la única opción es vivir y trabajar cuidando nuestra salud.
La lección más grande de esta crisis se llama humildad. No estamos a la altura para enfrentar a la Madre Naturaleza. En 4.500 millones de años, las ha ganado todas. Lo que sí está en nuestras manos es enfrentar esta crisis con dignidad, unidad y solidaridad. Con respeto, responsabilidad y decisión para convertir sociedades fracturadas y mal gobernadas en países resilientes; y espero, porque será más necesario que nunca, en naciones económicamente integradas. Este debe ser el futuro para la América Central.