Editorial del programa Razón de Estado número 288
Las naciones exitosas, esas donde vive gente que ha alcanzado altos niveles de bienestar y prosperidad, pusieron en acción los elementos que forman la ecuación del desarrollo y alcanzaron sus objetivos.
Cuando uno se pregunta cuáles son los elementos de esa ecuación, al menos a mí, me vienen a la mente palabras como: mucho trabajo, tiempo, suficiente consenso, libertad para emprender e intercambiar, libertades civiles en general; leyes que se respetan, seguridad, oportunidades, inversión en infraestructura, mercados libres, competencia, buenas políticas públicas, o sea, buen gobierno; ciudadanos comprometidos, y sí, dolores y sacrificios en cantidad.
El rumbo al desarrollo exige andar por esos caminos, pero la clave para alcanzarlo está en que a la voz y a la palabra de la sociedad se sumen el conocimiento de la historia, o sea, del pasado y sus lecciones, y la capacidad para formular un futuro con virtudes y herramientas que faciliten el éxito. Así, se constituye una plataforma virtuosa y dinámica de comunicación societaria que, con los liderazgos correctos, promueve y permite la construcción de naciones ganadoras.
A la ecuación del desarrollo se deben sumar dos valores indispensables para que los habitantes de las naciones llevemos con dignidad el título de seres humanos: solidaridad para quienes la necesitan y honradez en nuestro actuar.
El mundo está lleno de ejemplos de éxitos y fracasos. Los latinos tenemos muy cerca, casos extremos y dolorosos, como Venezuela, donde la corrupción los llevó a una dictadura que destruyó aquel país que alguna vez pudo ser uno de los más ricos del mundo.
También tenemos, aunque son excepción, dos, tal vez 3 países que lo han hecho bien en América Latina, y lo que ahora les toca es defender lo construido porque el mundo está preso y saturado de corrupción y populismo autoritario, y de peligrosos y criminales intereses geopolíticos.
Así está el mundo, con desafíos y amenazas gigantes, lo cual nos obliga a identificar las oportunidades y a formular soluciones que nos permitan superar este turbulento ciclo que estamos viviendo.
Esto no sucederá por arte de magia. Este presente complejo y retador demanda estadistas, líderes y ciudadanos capaces, honorables y comprometidos que estén dispuestos a repetir las hazañas, a dar sentido y contenido a las lecciones que debemos dejar a la siguiente generación y a ofrecer los sacrificios necesarios, como lo hicieron quienes construyeron las naciones que hoy son exitosas.