348. Dionisio Gutiérrez: Sumar sin robar, gastar sin mentir

Abril 25, 2025
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348. Dionisio Gutiérrez: Sumar sin robar, gastar sin mentir

Editorial del programa Razón de Estado número 348.


La irresponsabilidad fiscal no es solo mala administración. Es la antesala del desorden, la plataforma de la corrupción y, en muchos casos, el prólogo de la ruina.

Hay algo profundamente malintencionado en la expansión continua de la deuda pública y los déficits fiscales que algunas naciones acumulan con peligrosa ligereza. No se trata de números en hojas de cálculo ni de tecnicismos presupuestarios. Se trata, en rigor, de una forma de vivir fuera de la realidad, de consumir el futuro para sostener un presente artificial.

Cuando un Estado gasta de forma excesiva no solo está desajustando sus cuentas, está alterando el contrato moral que lo une con sus ciudadanos.

Los gobiernos populistas inflan el gasto, no para el bien común, sino para engordar amigos, comprar voluntades y colgarse medallas en campañas de humo. Cuando llega la hora de pagar, nadie fue, nadie vio y el responsable ya no está.

El déficit, cuando deja de ser una herramienta coyuntural y se convierte en hábito estructural, deja de ser economía y pasa a ser indecencia y traición. Ahí aparecen los deudores que juran por su honra y no pagan por su alma; gobiernos que hacen promesas que brillan como oro en papel, pero pesan como plomo en el bolsillo del pueblo.

Estos agujeros en las cuentas públicas no solo se abren por ignorancia, sino casi siempre por codicia. Sería más honrado y honorable gobernar con prudencia, sin gastar en fiestas cuando no hay ni para el pan.

La deuda pública mal gestionada es una hipoteca sobre las espaldas de generaciones que aún no han nacido, un acto de egoísmo colectivo que disfraza de bienestar el desastre que está por venir. El ciudadano común, sin embargo, paga el precio sin comprender del todo las razones y el fondo del drama. El ajuste siempre llega y trae recortes, pobreza, inflación y desempleo.

Cada día hay más naciones debiendo lo que no tienen, pagando lo que no hicieron y soñando con gobiernos que un día aprendan a sumar sin robar y a gastar sin mentir.

El verdadero drama, además de la deuda pública excesiva, el déficit, la incompetencia y la corrupción, es el desprecio al orden y al Estado de derecho. En última instancia, la salud fiscal de una nación refleja la disciplina interna de su clase dirigente y la madurez de los ciudadanos.

No es posible construir una nación exitosa sobre la base de la mentira contable. La realidad, como siempre, termina cobrando sus cuentas y lo hace con intereses.

 

 

 

 

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