Editorial del programa Razón de Estado número 285
México, Colombia y Bolivia son países gobernados por un club de golfos y caraduras de izquierda populista y autoritaria, que, con una agenda ideológica tóxica, conflictiva y obsoleta como instrumento político, pretenden perpetuarse en el poder, copiando a las rancias dictaduras del continente y usando de sostén la corrupción y el narcotráfico.
Estas bandas de izquierda populista, autócratas y bandoleras, se dedican a desmantelar democracias y a secuestrar las instituciones de los Estados que mal gobiernan.
Guatemala, Ecuador y Argentina, por otro lado, estrenan gobiernos encabezados por dirigentes que respetan la norma democrática. Arévalo, Novoa y Milei tienen la oportunidad de devolver a sus países a la senda de la racionalidad política, por el camino de la responsabilidad fiscal y económica, y, sobre todo, lo pueden hacer con el más riguroso respeto a los valores liberales que son el fundamento del desarrollo y la prosperidad de los pueblos.
A pesar de la propaganda populista y las mentiras de tanto político embustero, delincuente y oportunista que prefiere las falsas trincheras de la corrupción y la impunidad; y como la historia y la estadística lo certifican, la libertad individual, la propiedad privada, el libre mercado, el respeto a las leyes, y políticas públicas que promuevan la inversión y la creación de oportunidades, siguen siendo la verdad que construye naciones exitosas.
Esto es el liberalismo clásico. Defiende y promueve la dignidad personal, la democracia, la división de poderes y la certeza jurídica. Es cierto, exige trabajo y sacrificios, pero los otros caminos llevan al subdesarrollo y la esclavitud.
Los ataques a periodistas y a la candidata Xóchilt Gálvez en México por hacer oposición, los prisioneros políticos en Bolivia; y entre otros atropellos en Colombia, las amenazas y la persecución al expresidente Andrés Pastrana por criticar al gobierno y denunciar sus delitos son algunos de los desvíos que sufren el liberalismo y la democracia en nuestros países.
Si no nos avispamos, serán la causa por la que perdamos nuestras democracias y nuestras libertades civiles.
El caso del expresidente Andrés Pastrana en Colombia, como sucede en tantas geografías, desenmascara la indiferencia egoísta y el débil compromiso de la derecha iliberal y de los conservadores que se arreglan con el poder de turno. Como dicen, no hay nada más cobarde que un millón de dólares. Así es, la historia está llena de cobardías y traiciones.
La libertad siempre triunfa, pero hay que defenderla.