Editorial del programa Razón de Estado número 290
Los momentos estelares de la historia llegaron siempre acompañados de drama, dolor, sangre y fuego; y siempre, quienes los superaron, ganaran o perdieran, aprendieron, evolucionaron.
Éxitos, fracasos, guerras, derrotas y victorias fueron, y siguen siendo, esos momentos que han construido la historia de la humanidad. Sin embargo, hay un fenómeno, un crimen y un martirio, que a veces dura una generación o más, destruyendo vidas y haciendas: las tiranías, las dictaduras.
Lo condenable de este absurdo es que en todos los casos se trata de un pequeño grupo de sociópatas arrogantes, corruptos y matones, que, mintiendo y engañando, delinquiendo y oprimiendo, han robado la libertad de millones de seres humanos y han convertido pueblos enteros en naciones de esclavos.
Este es el caso de Venezuela, convertida en un Estado fallido, criminal y narcotraficante, a causa de una nauseabunda dictadura formada por un pequeño grupo de capitostes criminales, acomplejados y brabucones sin escrúpulo alguno.
Solo quienes viven bajo la opresión de las dictaduras saben del terror que se sufre cada día y del dolor y la asfixia que provoca sentirse despojado de su libertad.
Venezuela es una nación secuestrada, sometida y ultrajada ante la mirada pasiva, indiferente, y con frecuencia hipócrita del mundo occidental. Hay sanciones que van y vienen y voces tímidas de protesta en la comunidad internacional, pero la realidad evidente no cambia.
Lo que hace falta para liberar Venezuela son unas elecciones libres y democráticas en las que participe María Corina Machado. Éste es el momento de Venezuela; el drama está en que, una vez más, es verdad aquel viejo refrán, “solo el pueblo salva al pueblo”; sin embargo, el pueblo venezolano tiene a María Corina.
Con cualquier otro candidato, que sea del gusto de la narco-dictadura, la democracia y la libertad seguirán secuestradas y Venezuela seguirá siendo una nación de esclavos.
Por eso el drama de la victoria. Nunca llega fácil, sin dolor o incluso sin sangre, pero los momentos estelares de la humanidad y las naciones exitosas se construyeron cuando suficientes ciudadanos decidieron salir a las calles a exigir y a gritar libertad.
Éste es el momento de Venezuela. Llegó la hora de pelear hasta el final. Ésta es la batalla que el destino les exige.
María Corina y los millones de ciudadanos que comparten los ideales de la democracia y la libertad son el alma, la bandera y la espada que devolverá la democracia y la libertad a la tierra de Bolívar.
Venezuela, ¡hasta el final!