Editorial del programa Razón de Estado número 158
A lo largo de la historia, las pandemias han sido las peores pesadillas de la humanidad, las desventuras que más muerte y destrucción causaron. Más que las guerras y las depresiones económicas. También es cierto que, en los últimos 500 años, en las pandemias del mundo, murieron más seres humanos por hambre que por fiebre.
Por eso, desde su fundación en 1948, la Organización Mundial de la Salud definió en sus estatutos que entiende por Salud, “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de afecciones o enfermedades”.
La pandemia que hoy sufre el mundo no tiene salida fácil ni solución sin dolor. La batalla por las vacunas, las variantes del virus, los riesgos que esto impone y la forma en que este drama limita nuestras vidas son las pruebas que las generaciones de hoy debemos superar.
A pesar de los riesgos, los gobiernos de países subdesarrollados necesitan a los ciudadanos en libertad para que juntos enfrenten la fiebre y el hambre. Es un error peligroso limitar el movimiento o encerrar a la gente, pues entre el riesgo del contagio y morir de hambre, los seres humanos siempre escogen luchar por sobrevivir.
La libertad no puede ni debe graduarse en función del escaso número de camas con que hemos mal dotado nuestro subdesarrollado sistema de hospitales.
El tiempo, las vacunas y la inmunidad vencerán al virus, pero, mientras ese día llega, éste seguirá con nosotros, cambiando de cara, atacando hasta el último cuerpo que encuentre disponible. Así son las pandemias.
Para los pueblos del tercer mundo, su mejor opción por la vida está en el uso de mascarilla, distancia y libertad; y buscar la forma de apoyar a los médicos y enfermeras que están en la primera línea, siendo testigos cada día, cómo la vida y la muerte se miran en un parpadeo; trabajando días extras, con pocos recursos, con enormes dificultades, con temor a contagiarse, llorando compañeros perdidos; con tristeza, rabia y angustia porque les tocó ser la esperanza de pueblos y gobiernos que no estaban preparados para enfrentar una pandemia.
“Cuando creímos tener todas las respuestas nos cambiaron todas las preguntas” dijo el poeta Benedetti. La Madre Naturaleza siempre ha sido capaz de sorprendernos, y lo seguirá siendo. Cuando pensamos que íbamos de salida nos envió una variante; más agresiva, más resistente a las vacunas. Y como lo ha hecho a lo largo de la historia, será ella quien decida cuándo y cómo esto termina.
Para los pueblos del mundo que viven en países donde el Estado existe poco y la ley que impera es “sálvese quien pueda”, más nos vale defender y usar nuestra libertad con responsabilidad.
Este capitulo en la historia de nuestro tiempo es triste, está costando vidas y dejará cicatrices. Si queremos pasar esta página con dignidad, encontraremos que el respeto y agradecimiento a quienes están en la primera línea de fuego y la empatía y la solidaridad con nuestros hermanos caídos, serán los mejores alivios.
Ofrezco mis votos porque dentro de algunos años, cuando hayamos superado los costos, el duelo y el dolor de esta crisis, daremos gracias a la vida, con humildad, por las lecciones aprendidas y porque habremos aprendido a respetarnos y a vivir en libertad.