Editorial del programa Razón de Estado número 159
Quién hubiera dicho que el bicentenario de nuestra independencia lo estaríamos celebrando en medio de una pandemia. La pandemia del Siglo.
Hace 200 años, cuando ninguno de los que estamos hoy estábamos, un grupo de guatemaltecos a quienes se bautizó como próceres de la independencia de Guatemala y sus provincias, promovieron, lideraron y acompañaron los eventos políticos de aquella época que conocemos como la independencia, la emancipación, la separación centroamericana de España.
Si somos críticos, justos y rigurosos, debemos dar valor al hecho de que aquella fue una independencia sin sangre y sin violencia, y que su acta fundacional se inspiró en el ideario liberal de la Constitución de Cádiz, en la que dieron preeminencia a los valores de la república con la división de poderes; al Estado de Derecho, con la igualdad de todos ante la ley; al respeto a las libertades civiles y al reconocimiento de valores occidentales como el respeto a los contratos y la propiedad privada.
Por supuesto que hubo intereses, consignas y agenda política; por supuesto que algunos perdieron con aquella independencia; pero hay verdades de aquellos días, se abrieron oportunidades y tuvimos victorias, que hoy, con el paso de los Siglos no se pueden negar. El saldo de la gesta ciudadana de 1821 hizo realidad la fundación de la república; el nacimiento de nuestro país. Una república y un país a los que todavía debemos construir.
Aquel movimiento cívico nos llevó a la independencia de Centroamérica, de forma pacífica, fundada en principios liberales, con una visión integracionista, con un código de valores que la historia a demostrado ganadores. Aquel evento histórico abrió espacios y caminos y nos dejó una herencia por la que las generaciones de hoy, debemos rendir cuentas.
Nombres como los de Gabino Gaínza, el brigadier valiente; José Cecilio del Valle, estadista de la época y redactor del acta de independencia, Mariano Gálvez, José Matías Delgado y otros, seguirán pasando a la historia como próceres de una independencia que nos dio oportunidades que no supimos aprovechar.
Las preguntas que hoy debemos hacernos son: ¿qué pasó con aquel espíritu liberal, renovador y de avanzada? ¿Qué hicimos con la democracia republicana y el Estado de Derecho a los que accedimos hace 200 años? ¿Qué hicimos con la libertad que nos heredaron los próceres de la independencia?
Si queremos que la celebración del Bicentenario rescate el significado que tuvo para quienes hoy nos permiten rendir homenaje a nuestra patria, a nuestra incipiente democracia republicana, hagamos de este momento, uno de unidad y consenso para volver a los valores liberales fundacionales, hagamos el compromiso de rescatar la agenda reformista, diseñemos un modelo de desarrollo y volvamos a considerar la integración económica de Centroamérica.
Si dentro de 100 años, cuando se celebre el Tricentenario de nuestra independencia queremos que nuestros hijos, nietos y bisnietos sientan el mismo orgullo que sienten los herederos de los próceres, el camino es claro, el compromiso evidente y los sacrificios necesarios.