Editorial del programa Razón de Estado número 296
Si la democracia es el peor sistema político del mundo, con excepción de todos los demás, la construcción de naciones prósperas y modernas solo se logra con la formación de una dirigencia, capaz y honorable, para la política, para la economía y en la sociedad civil.
El problema de América Latina es el subdesarrollo político humillante y vergonzoso que padecemos. Las elites hemos sido incapaces de romper las cadenas de la corrupción, la incompetencia y la impunidad. No hemos logrado diseñar un modelo de desarrollo basado en la libertad, la propiedad y el respeto a la ley. Y lo peor de todo es que la política, con las excepciones conocidas, está cada día más en manos de brutos, delincuentes y narcos.
Nuestro subdesarrollo político es la causa de los otros subdesarrollos que padecemos. Encima, el carnaval de los tiranos está regreso. La crueldad contra lo humano, la falta de respeto a los derechos fundamentales y el desprecio a la libertad individual son, otra vez y en pleno Siglo XXI, un fenómeno creciente y con escasa oposición.
A las tiranías del Siglo XX – nazismo, comunismo y fascismo – se sumaron en las últimas décadas el fanatismo islámico y el populismo autoritario, de izquierda o derecha. Siempre con el mismo objetivo: someter a los pueblos, violar sus libertades y convertir naciones enteras en botín de caudillos, sociópatas y bandidos.
Las tensiones geopolíticas entre las potencias, el cambio climático, el riesgo nuclear, el debilitamiento de las democracias, economías insuficientes, las tentaciones autoritarias y la constante amenaza a las libertades son los desafíos a los que, desde hace años, buscamos formas de enfrentar con logros discutibles.
América Latina necesita recalibrar el compás moral de la sociedad, y exponer y denunciar a quienes usurpan los poderes del Estado con fines corruptos o criminales.
Los Estados necesitan reformas con leyes que se cumplen y políticas públicas que dan sentido de nación, confianza y esperanza. Necesitamos construir instituciones respetables, fuertes e independientes para la gloria y la libertad de los pueblos.
Esto es lo que hoy necesita América Latina. Una actitud cívica, valiente y decidida. Necesitamos volver a creer en un futuro de oportunidades; en un futuro con las palabras grandes: Justicia, Democracia y Libertad.
Así se rescata el futuro.