Editorial del programa Razón de Estado número 272
Hace 23 años, el Siglo XX se despidió dejando la impresión de que, en la guerra ideológica entre el fascismo, el comunismo y el liberalismo, éste último había triunfado por goleada.
En los primeros años del Siglo XXI, las democracias republicanas, el libre mercado, los derechos humanos y la libertad se preparaban para conquistar el mundo; pero, como sucede con frecuencia, la historia nos pasó una mala jugada. Tuvimos cambio de ciclo.
La política, lejos de ser un quehacer intelectual y social que trabaja con la gente para resolver sus problemas, se convirtió en un circo donde lo que menos hacen los payasos es divertir a la gente. Todo lo contrario, la empobrecen, la decepcionan, la traicionan. Por eso, cada día menos ciudadanos creen en la democracia, en la política y en los políticos.
En esta era de la desinformación y la mentira, con una economía global insuficiente y con escasez de líderes creíbles, el narcotráfico y la corrupción se están apoderando de los gobiernos, y caudillos autoritarios están demoliendo las democracias y asfixiando las libertades ciudadanas.
El drama está en que la mayoría de los políticos de hoy, tienen la tabla de valores invertida. Dan prioridad a las formas y olvidan el contenido. Se dedican a lo superficial más que a la esencia; y para ganar popularidad, mienten y engañan con descaro y sin principios.
Vivimos en una América Latina en la que, otra vez, está aumentando la pobreza de sus habitantes, pero es más grave el empobrecimiento de las ideas y el ensanchamiento de una cultura que privilegia al listo sobre el honrado, a la frivolidad sobre la responsabilidad y a la impunidad sobre el respeto a la ley.
El desprestigio de la política, en gran medida se debe a la decadencia moral e intelectual de la mayoría de los políticos; a su comportamiento abiertamente delictivo, a su cinismo para abusar del poder.
El desafío del Siglo XXI es devolver brillo y prestigio a la política, rescatar las tradiciones y los valores que nos enseñaron la Grecia de Platón, la Roma de Cicerón, el Renacimiento y la Ilustración de Montaigne y Voltaire, fundadores de los valores de occidente y promotores clásicos de la modernidad.
Así es, la batalla que debemos librar es cultural, en defensa del orden liberal.