Editorial del programa Razón de Estado número 287
¿Qué significa para usted el nombre Alekséi Navalny?
¿Qué tienen en común el mexicano Carlos Loret de Mola, el nicaragüense Rolando Álvarez, el guatemalteco José Rubén Zamora o la venezolana Rocío San Miguel?
Durante la segunda mitad del siglo XX, millones de seres humanos estuvieron encerrados en los campos de concentración soviéticos, donde sufrieron una travesía a través del miedo, el dolor, el frío, el hambre y la muerte; castigos con los que aquel régimen totalitario acalló la disidencia.
Lo que se vivió en el Archipiélago Gulag, o lo que viven críticos y opositores en las tiranías conocidas o en las dictaduras en ciernes de hoy, tiene que ver con la pérdida de libertades, una amenaza creciente a la que debemos poner más atención.
El diario vivir, la lluvia de datos y noticias que nos llegan de todos los sitos, los desafíos que enfrenta hoy la gente para llegar a fin de mes, sumados a las penas y alegrías que el tiempo acumula, sobre las que buscamos tener saldo positivo para poder afirmar que somos razonablemente felices; pues estos temas o vivencias conforman esa agenda, ecuación o crucigrama, que, muchas veces nos distrae de lo fundamental.
Quiero proponerles que, para efectos de esta reflexión, estén de acuerdo conmigo en que ese valor fundamental que nos permite alcanzar aquel fin abstracto y escurridizo que llamamos felicidad, es La Libertad. Sí, un privilegio que damos por sentado y que solo apreciamos en su justa dimensión cuando se pierde.
Pues en el mundo de hoy, conspira una peligrosa yunta de sucias mancuernas formadas por el autoritarismo y la corrupción, el narcotráfico y el secuestro de la justicia, para obtener impunidad y arrebatar nuestra libertad.
El asesinato de Alekséi Navalny, como tantos otros, y la persecución a críticos y opositores en democracias de fachada están desfigurando los valores que construyeron lo que, cada día menos, podemos llamar mundo libre.
Por eso, será mejor que valoremos la libertad y las virtudes que la hacen indispensable y poderosa para soñar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar.
Hoy, esa grandeza pasa por la liberación de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y por el éxito de los nuevos gobiernos liberales y democráticos en América Latina, lista a la que se deben sumar México, Colombia y Bolivia, naciones en peligro.
Esa grandeza depende de la caída de la dictadura en Moscú y de la victoria de Ucrania.
Está fácil. Hagamos de los obstáculos nuevos caminos para encontrar el destino que merecemos: La Libertad.