Editorial del programa Razón de Estado número 283
Entender el mundo de hoy se ha convertido en una misión casi imposible. La pandemia nos dejó problemas de salud física y mental y también nos trajo una ola de autoritarismo desbordado, corrupción política y amenazas a nuestras libertades.
Vivimos un momento en el que estamos teniendo dificultades para pensar en un futuro que nos entusiasme, que nos ilusione; un futuro por el que merezca la pena luchar.
Esto no es cuestión de optimismo o pesimismo. La realidad ofrece unos hechos y unos datos, que, juntos, son las cartas que el destino presenta a las generaciones que hoy participamos en ésta, a pesar de todo, maravillosa creación.
Hasta principios de Siglo fuimos beneficiarios de una realidad que otros construyeron. El mundo próspero y desarrollado, al que tantos quieren emigrar, también fue pobre y atrasado, pero su éxito y sus victorias vinieron del abrazo que dieron a la libertad, al trabajo, al libre mercado, a la propiedad privada y a un sistema de certeza jurídica estable y de leyes iguales para todos.
Aquel buen ciclo terminó, y hoy, ya no es posible enfrentar el presente y construir el futuro con el conocimiento y las herramientas de ayer; pero, cuidado, es menos posible pretender hacerlo con las ideas fracasadas y los antivalores que representan el socialismo, el populismo, el autoritarismo y demás ismos que solo han destruido riqueza, subyugado pueblos y empobrecido naciones.
Los problemas de la democracia y los desafíos de la libertad se resuelven con más democracia y con más libertad, con división de poderes y Estado de derecho. Este es el único sistema que funciona.
La retórica populista promete soluciones rápidas a problemas complejos, pero miente, solo produce más problemas y sufrimiento. Vean Venezuela, pregúntense hasta dónde cayó Argentina; y piensen, al paso que va, cómo termina México.
Dicen que cuando el futuro no es promesa, es amenaza. Por eso, para entender el mundo de hoy, enfrentar sus desafíos y aprovechar las oportunidades, tenemos que soñar con el futuro que queremos, y empezar a construirlo. Como lo hicieron nuestros abuelos y bisabuelos en su día, y como lo debemos hacer hoy nosotros para nuestros nietos, abrazando los mismos valores que construyeron el mundo libre y desarrollado, los mismos a los que debemos sacar brillo para que estén a la altura de los tiempos; el primero de ellos, la Libertad.