Editorial del programa Razón de Estado número 264

El mundo y quienes lo habitamos en las distintas geografías, las culturas disparejas, los conflictos, los errores, los aciertos, las guerras, los accidentes, las tragedias, los éxitos, el saldo de nuestra especie, que, a pesar de todo es positivo. Para bien o para mal, quienes habitamos este planeta, generamos cada día los hechos que van construyendo nuestra historia.  

Esa historia que compartimos nos permite, cada día del año, celebrar, lamentar o recordar los hechos que hemos vivido. Los buenos, los malos, los que duelen, los que alivian, los que quisiéramos olvidar, los que nos motivan a seguir. 

Cada pueblo reacciona, crece y evoluciona de forma distinta. Hay los que aprenden y avanzan, y los que siguen prisioneros de su pasado. Los hay trabajadores, solidarios, emprendedores; los hay guerreros, conflictivos, ignorantes. Sus dolores y sus alegrías definen su identidad.

 Al final, sin conocer lo que fuimos, seremos incapaces de comprender lo que somos. Por eso, conocer nuestra historia nos ayuda a comprender nuestro presente y a encontrar formas más fáciles para construir nuestro futuro. 

En estos días se recordaron los aniversarios de un golpe de Estado en Chile, los ataques terroristas en Estados Unidos, se realizó una elección democrática en Guatemala, se sumó a la historia el devastador terremoto en Marruecos.

La crónica de la humanidad es mucho más que los hechos de los grandes y los famosos; es, en especial, la historia de los hombres y mujeres que sobreviven la lucha diaria para salir adelante. Son ellos quienes construyen las naciones.

Por eso, en el mundo de hoy, en el que, entre otros desafíos, las redes sociales actúan como amplificadores de todo disparate que se lo ocurra a cualquier idiota desocupado, en especial los jóvenes necesitan formarse para desarrollar un pensamiento crítico, necesitan disciplina, contenido y referentes que sean luz para el camino, necesitan coraje y tenacidad para mantenerla encendida. 

La ignorancia, la estupidez y la arrogancia existen desde que el mundo es mundo, pero, nunca habían estado tan organizadas como ahora. De ahí los excesos y abusos de algunos que creen que mandan; por eso, cualquier pendejada se vuelve viral y alcanza millones de seguidores.

Aspiremos a que la vida sea ascender de la ignorancia al conocimiento, de la pobreza a la riqueza, de la desesperanza a la ilusión. Encontremos en la libertad responsable el optimismo inteligente y, a pesar de cualquier cosa, la alegría de vivir.