Editorial del programa Razón de Estado número 261
Hace casi dos meses compartí con ustedes que estaba alejado del debate político local, de cualquier país, incluyendo el que me vio nacer, que es Guatemala, pero, que regresaba 3 minutos, en aquel momento, para reflexionar sobre cómo una pequeña nación mal gobernada, en la que los mismos que se han dedicado a destruirla los últimos 15 años, pretendían perpetuarse en el poder.
También les dije en otro momento que mi participación cívica es, y ha sido siempre, desde la fundación que presido y desde este micrófono, a título personal, en la más absoluta soledad, como son esos andares para quienes dan el paso al frente.
Pues les reporto hoy, que fueron más de 3 minutos, que estuve muy bien acompañado en los últimos días, y que Guatemala, como Ecuador, sobrevivió al proceso electoral más peligroso y retador de su vida democrática.
Desde esta tribuna continental, felicitamos al presidente electo de Guatemala, Doctor Bernardo Arévalo, y lo motivamos a que comprenda el espíritu de los tiempos, entre los que él ya tiene como compromiso la lucha contra la corrupción y el Estado criminal, y su respeto a la Constitución y a las libertades civiles.
Pero, sobre todo, lo motivamos a que construya una agenda de consenso suficiente para que su plan de gobierno sea de unidad nacional, de reformas, que el Estado necesita, de crecimiento económico y de alivio a los graves problemas sociales que sufre la gran nación guatemalteca.
Después de su primera vuelta electoral el domingo pasado, también deseamos para el pueblo ecuatoriano una segunda vuelta ejemplar en octubre, entre los candidatos González y Novoa.
Guatemala tuvo una elección libre, transparente y democrática. El Tribunal Electoral cumplió. Toca ahora lo propio a algunas autoridades del sistema judicial que intentan ejecutar una agenda de justicia selectiva, con doble moral. Repugnante y ofensiva. No los llevará a ningún buen lugar.
Si la voz del pueblo es la voz de Dios, harían bien estas autoridades en escuchar. La nación habló claro. Guatemala quiere paz, libertad y respeto a La Ley. La que es igual para todos. Sin sesgo. Sin dedicatoria. Sin agenda oscura.
En el pasado, los votos se contaban en cuarteles militares y los gobiernos se imponían por la fuerza. No pueden ser ahora, algunos jueces y fiscales, quienes pretenden recoger aquella bandera autoritaria, decadente, antidemocrática, destructiva. Esperamos más de ellos.
La historia nos enseña que el camino al desarrollo y a la prosperidad de las naciones pasa por la democracia liberal y republicana, por el respeto a la ley, a la propiedad privada, al mercado, y a los valores que dignifican al ser humano.
Guatemala y Ecuador tienen hoy la oportunidad de ser faros de luz para América Latina.
Luz, compromiso, valor, energía y amor a la libertad es de lo que deben estar hechos los ciudadanos que anhelan mejores países de los que tienen.
Manos a la obra.