Editorial del programa Razón de Estado número 116

El presupuesto de la mafia, aprobado con poca vergüenza, desprecio, cinismo e irresponsabilidad, y la reacción de un pueblo harto de los políticos, provocaron los acontecimientos de las últimas horas; en los que vimos, desde un grupo de delincuentes violentos destruyendo un edificio que es patrimonio nacional y uso excesivo de fuerza policial, hasta la incompetencia de las autoridades para prevenir la crisis o manejarla con efectividad.

Los hechos violentos en el edificio del Congreso de la República despiertan más dudas y sospechas que respuestas sobre cómo se llegó a los extremos que presentan a Guatemala en el mundo como un país fuera de control. 

Los abusos de la fuerza policial no se dieron precisamente contra los delincuentes violentos, sino, en varios casos, contra ciudadanos que protestaban pacíficamente, y que, incluso levantaban sus manos en señal de rendición.  

Pero, todos sabemos que el problema de fondo es nuestro subdesarrollo político; un fenómeno ingrato y endémico que provoca y promueve una clase política dominante corrupta, decadente, descarada; impune. 

Esa tribu de ladrones, narcos y matarifes con licencia para delinquir no se entera que la democracia y la libertad en América Latina están amenazadas, principalmente, por un movimiento populista de extrema izquierda que quiere acabar con los valores democráticos, republicanos y liberales de occidente. 

Esos rufianes, personas despreciables y sin honor, que dominan la política, son precisamente la llave, la excusa y la razón por la que mueren las democracias. 

Esta es la conspiración que ideologiza, desvirtúa y manipula cualquier discusión, cualquier acuerdo, cualquier salida a las crisis que enfrenta un continente abandonado por sus élites. 

Por eso la importancia de restituir, fortalecer y hacer respetables las instituciones de la democracia; empezando por el Congreso de la República. 

Por eso la importancia de hacer realidad las 4 reformas que el Estado necesita. 

Por eso la importancia de que respetemos el Estado de Derecho, que manifestemos de forma pacífica y que exijamos a los políticos que se comporten, que dejen de burlarse de la gente y que honren las obligaciones que juraron cumplir.