109. La hora del ciudadano libre y responsable

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109. La hora del ciudadano libre y responsable

Editorial del programa Razón de Estado número 109

 

En estos días llegamos a un millón de muertos por el virus en el mundo. Un millón de seres humanos que vivían, hasta hace poco, ocupados y preocupados por el diario vivir, por su familia, su trabajo, sus problemas, sus oportunidades; y nunca imaginaron que los iba a matar un puñado de átomos sin religión ni ideología, como dice un escritor.

El 13 de marzo, hace 7 meses, inició la emergencia sanitaria en Guatemala, donde hasta hoy, hemos perdido 3,310 vidas. Nuestra economía está sufriendo daños sin precedentes y como nación hacemos lo que podemos con lo que tenemos.

Para la realidad socioeconómica de nuestro país, los números de la crisis son comparables con los de la región o incluso mejores. Lo cual no es mal de muchos, consuelo de pocos, sino la prueba de que un gobierno recién instalado, después de 35 años de corrupción y desmantelamiento del Estado, ha sido capaz, a pesar de todo, de mantener el barco a flote.

Con el paso de los meses, desde la ciencia y la medicina del planeta, sus mejores exponentes, usando su herramienta más efectiva: la prueba y error, afirman que el Covid-19 está dejando de ser una enfermedad letal; que cada día, a pesar de que el contagio aumenta por la necesaria e inevitable reapertura, muere menos gente.

Los hechos confirman que la medicina está aprendiendo a tratarlo; y esperan que, en poco tiempo, este virus se comporte como otros con los que hace años vivimos.

A lo que obliga el honor, es hacer, en cada oportunidad, un merecido reconocimiento a los equipos médicos; los hombres y mujeres, que en condiciones lamentables ejercen un admirable heroísmo.

En muchos países como Guatemala, se habla de normalización; un término con el que se pretende elevar a “normal” lo que no lo era.

Nuestro compromiso hoy no solo debe ser alcanzar la victoria contra un virus sino también lograr la curación y la inmunidad contra la corrupción y la incompetencia de los políticos, contra la ignorancia de los grupos que promueven el conflicto porque no entienden el proceso económico, contra la indiferencia, cuando no, la mediocridad de las élites.

Desde las tribunas del poder, toca hoy, más que nunca, diseñar y ejecutar un proyecto de desarrollo para Guatemala.

Este esfuerzo impostergable tiene como punto de partida que el pueblo valiente y luchador que es Guatemala ponga en orden a los matarifes del congreso que evaden y se hacen los tontos, tirando los proyectos de reformas que el Estado necesita, al cajón de los asuntos irrelevantes.

Parece increíble que esos políticos no se enteran de que su trabajo consiste en estar al servicio de los ciudadanos.

Por eso, no podemos volver a la normalización del silencio, el olvido, el engaño. Debemos construir una sociedad de valores que respeta la libertad, la vida y la propiedad. Debemos construir una cultura de respeto, solidaridad y convivencia cívica.

En el mundo que nos tocará vivir en los próximos años, no caben la ignorancia, la mediocridad, la indiferencia, la corrupción, la impunidad y el cinismo. Los próximos años deben ser el momento del ciudadano libre, claro, exigente, cumplidor de responsabilidades, consciente de los tiempos que le tocó vivir, dispuesto a triunfar. Un ciudadano que haga vivas las virtudes ciudadanas que hoy nos demanda la historia. 

 

 

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