100. Una democracia moribunda

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Editorial del programa Razón de Estado número 100

Hoy les presentamos, con responsabilidad y agradecimiento, la edición número 100 de Razón de Estado; esta tribuna que pretende ser relatora, impulsora y protagonista de la construcción de una democracia liberal y republicana para Guatemala y para Centroamérica.

En este aniversario deseamos compartir con ustedes algunas de las reflexiones que nos motivan y nos comprometen.

Los fundamentos del liberalismo parten del respeto cívico para todos y del reconocimiento de que la libertad, no solo es justa e inteligente, sino además rentable.

En este momento difícil que vive la nación, es oportuno reconocer que las instituciones de nuestra democracia; las responsables del desarrollo, la encargada de legislar y las garantes de la seguridad y la justicia están muy lejos de la efectividad y la ejemplaridad; y peor aún, son, cada día más, instrumentos de una conspiración criminal que intenta consolidar el secuestro de Estado.

Esta realidad impone que corramos el riesgo de presenciar el final de la transición a la democracia que inició en el 85 y que nunca llegó a su destino.

Lejos está la obra que dejaron los arquitectos de aquella transición; y si la política sigue mayoritariamente en manos de criminales, en una sociedad con élites complacientes, ciudadanos indiferentes y después de tantos fracasos, podríamos ser testigos del suicidio de nuestra democracia.

La verdadera tragedia de Guatemala es nuestro subdesarrollo político.

Los escándalos de corrupción criminal que afectan a la clase política, no solo, no son perseguidos por el sistema de justicia como se debe, sino éste ha sido contagiado e incluso secuestrado por los políticos corruptos.

El intento de asalto a las cortes dirigido por delincuentes a los que las mismas cortes protegen; el hecho de que el tribunal electoral devuelva un partido político de la mafia a la jefa de la mafia; los intentos, desde las cortes, para decapitar al Vicepresidente de la República porque les es molesto para sus planes criminales; y la complicidad, la ignorancia y la incompetencia de un congreso de diputados a los que el pueblo aborrece más que a cualquier virus; son solo algunos de los síntomas de una democracia moribunda.

¿Cómo puede sobrevivir una democracia en la que sus partidos políticos reciben más dinero de la corrupción y el narcotráfico para sus campañas que de ciudadanos que creen en la política?

La Política debe ser la profesión más digna y respetada; y el ciudadano valiente y honesto su protagonista. Este es el camino a la grandeza de las naciones.

La crisis que vivimos es de enorme gravedad, pero debe ser también de oportunidad. Si quedan élites y líderes en nuestro país que tengan sentido de historia, de responsabilidad, de civismo y de nación, deben dar un paso al frente porque este es el momento de inflexión que el destino nos ofrece para cumplir con dos misiones que determinarán el futuro de nuestro país.

La primera misión es vigilar con celo, voluntad y carácter a las personas que intentan tripular las cortes de justicia. Si esto falla, todo lo demás fracasará.

La segunda misión exige diseñar y ejecutar un plan de reactivación económica audaz y efectivo que ofrezca oportunidad y esperanza a esta nación devastada por dos pandemias. La corrupción y el virus 19.

Y como triunfar en estas dos misiones es obligación porque perderlas significa volver a las cavernas; seamos ciudadanos ejemplares y regresemos a la ineludible tarea de hacer las 4 grandes reformas que nuestro país necesita. Electoral, Justicia, Administración del Estado y Servicio Civil.

Hoy más que nunca, la nación guatemalteca necesita y demanda que sus hijos se comporten como tal.

Cuando salgamos del oscuro túnel al que las pandemias hacen laberinto, encontraremos un mundo hostil, empobrecido, desconfiado, presa fácil de charlatanes y encantadores de serpientes. Solo las naciones con pueblos valientes y élites responsables salvarán sus democracias.

Les presentamos esta centésima edición de Razón de Estado con preocupación, con responsabilidad y con optimismo.

Con preocupación porque no vemos en nuestras élites y en la sociedad el sentido de urgencia necesario para salvaguardar nuestra doliente democracia que, con demasiada frecuencia, se percibe moribunda.

Con responsabilidad porque desde esta tribuna defendemos y promovemos los valores que ostenta la democracia liberal y republicana; los únicos valores que dan éxito a las naciones; los mismos que nos motivan a exponer y denunciar a sus enemigos.

Y con optimismo porque estamos convencidos de que los valores de la libertad que fundan el manifiesto liberal en que creemos, mantienen su relevancia indiscutible, su efectividad y su vigencia.

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