Editorial del programa Razón de Estado número 217
En un mundo en el que la globalización está a la deriva, el capitalismo bajo ataque y los valores de la democracia liberal están siendo atropellados, América Latina se encuentra huérfana ideológicamente. Sin visión, sin rumbo, sin oferta política suficiente y perdida en los laberintos del socialismo y el nacional populismo.
La democracia liberal y el capitalismo no son perfectos, pero es el sistema que han dado al mundo lo que el mundo tiene. Donde mandan el socialismo o el nacional populismo reinan el autoritarismo, el subdesarrollo y la pérdida de libertades.
Para el Occidente desarrollado, alguno lo dicen pero todos lo piensan, América Latina es débil y vulnerable, con pueblos llenos de ansiedad, enojo y frustración. Somos una región que está fuera de la foto global, ausente en los foros importantes. Por acción o por omisión, corremos el riesgo de terminar en la irrelevancia.
Los 640 millones de seres humanos que forman la América Latina son gente buena y trabajadora que anhela vivir con oportunidades, seguridad y bienestar. Su historia, su cultura y su forma de vivir la hacen un conjunto de naciones generosas y comprometidas con la ilusión de construir lo que hoy todavía es un relato imaginario lleno de éxito, optimismo y esperanza.
Con demasiados pobres todavía y muchos más que desean emigrar, América Latina vive un ciclo en el que demasiados de sus países están gobernados por delincuentes, oportunistas o ignorantes. Socialistas la mayoría, y algunos que se dicen de derecha pero son bandidos que desprestigian los valores liberales.
El nacional populismo y el socialismo o la izquierda populista, cada uno, facilitan la llegada al poder del otro. Los dos son siempre un fracaso, claro, esto sucede cuando al menos queda espacio para elecciones libres. El problema se complica cuando esta norma se rompe.
América Latina es la región del mundo que registra menor inversión total, pública y privada. El Asia emergente, por ejemplo, está en más del doble en relación con el Producto Bruto. La fuga de capitales está en aumento, los índices socioeconómicos son malos, el clima nos golpea y la disrupción tecnológica es un tema ausente.
Las proyecciones para la economía de la región indican que en 2022 crecerá la mitad de lo que creció en 2021 y en 2023 crecerá la mitad de 2022. El futuro no se ve claro y los tiempos marcan volatilidad e incertidumbre.
Estos no son los titulares que quisiéramos escuchar pero esto es lo que vive nuestra región en un mundo en que las crisis vienen con más frecuencia y de manera más abrupta. Un mundo que resiente la ausencia de un liderazgo internacional confiable, respetable, sostenible. Y así, vemos pueblos eligiendo a sus verdugos en naciones donde las campañas políticas están llenas de ofertas vacías, palabras trampa y mentiras.
Entonces, las preguntas obvias son ¿Cómo salimos de este ciclo? ¿De dónde salen las ideas, las soluciones y el ánimo para resolver y avanzar? ¿Quiénes pueden recoger el testigo y asumir el compromiso para liderar el proceso de cambio?
La respuesta siempre ha sido y será la misma: el ciudadano. Son los ciudadanos los que deben abanderar una revolución pacífica, liberal, para rescatar la política. Para devolverle el brillo y los valores que jamás debió perder.