
Editorial del programa Razón de Estado número 340.
Visto lo visto en estos tiempos de contradicciones, incoherencias y traiciones, da la impresión de que el mundo se encamina a territorios desconocidos, en los que se está jugando con peligrosos experimentos geopolíticos.
Todo se vale y todo se puede. Los amigos de siempre son hoy adversarios, los aliados, competidores, y los colegas, una molestia.
Ucrania y Venezuela, dos símbolos de lucha por la libertad y la democracia en el mundo, representan hoy una vergüenza para Occidente. Son dos pueblos abandonados por los amigos y traicionados por los supuestos aliados. Son dos naciones que no pueden ni deben ser olvidadas por Occidente.
El eje del mal que forman las dictaduras y los Estados criminales está formado por enemigos de la libertad que hoy se sienten socios en inconfesables intereses, y por delincuentes con poder, que se sienten con derecho total a la impunidad.
Vivimos en un mundo que cada día se entiende menos. Vivimos a una velocidad que dificulta que pongamos atención a los hechos que están cambiando nuestras sociedades de una manera tan brutal que, cuando paremos un momento y les demos un vistazo serio, es posible que nos gusten poco.
Con el entorno geopolítico que se está cocinando, es muy probable que desconozcamos el planeta en que vivimos.
El Occidente libre tiene problemas, es cierto, pero está mucho más fuerte que las infames dictaduras en Pekín, Moscú y Teherán, que tienen graves problemas sociales y económicos. Sus modelos de gobierno son insostenibles.
Es cierto que los países desarrollados de Occidente se enredaron y deben tomar medidas serias para bajar el gasto público, controlar sus fronteras por la migración ilegal, como es su derecho, y mejorar políticas públicas que les faciliten seguir avanzando en sus modelos de desarrollo, pero sin perder el espíritu que los hizo grandes.
Y los pueblos de nuestra América Latina, los más de 600 millones de seres humanos que somos, debemos despertar, encontrar y escoger el camino de la libertad, la democracia republicana, el respeto a la ley, el libre mercado, el respeto a la propiedad privada, la competencia y el trabajo productivo para sacar adelante a nuestros países, a nuestras comunidades, a nuestras familias.
Estamos solos. Por eso, es importante recordar que al desarrollo y al bienestar solo se llega por el camino de la libertad y la democracia.