Editorial del programa Razón de Estado número 315.
Es difícil comprender que, en pleno siglo XXI, con el acceso mundial que tenemos a la información, con los niveles que ha alcanzado la tecnología y, en general, con lo globalizado que está el planeta, a pesar de sus trastornos y conflictos; es difícil comprender las causas que todavía permitan la existencia de personajes cavernícolas, tiranos medievales, criminales con poder, como Putin en Moscú o Maduro en Caracas, para mencionar solo dos.
Maduro es la mascota que adoptó Chávez para que le cuidara el puesto, y en pago a su obediencia y sumisión le heredó la narco-dictadura que oprime a Venezuela.
Hoy está más claro que nunca que la revolución bolivariana y el Socialismo del siglo XXI fueron una trampa y son un fracaso.
Al principio, el chavismo pidió el voto a cambio de promesas que nunca cumplió. Cuando las máscaras cayeron, fue el voto a cambio de comida para la gente y de contratos corruptos para sus subalternos. Al final, impusieron la obediencia a cambio de perdonarte la vida.
En su despacho en Miraflores o escondido en el Fuerte Tiuna, Nicolás Maduro está aislado del mundo y de los venezolanos, calentando lo que será el mausoleo de esa funesta revolución socialista. Allí, insomne, temeroso de las traiciones, rodeado de militares que más parecen buitres siniestros, permanecerá rehén de su insoportable insignificancia, hasta el fin de la noche chavista.
La ironía de su destino es que pasará a la historia no como el jefe de una revolución, sino como el capo de una mafia; un déspota vacío, un personaje trágico y deshumanizado, capaz de asesinar a su madre por seguir en el poder.
Así está el tirano de Caracas. Su instinto asesino es lo que le mantendrá en el poder hasta que su propia gente, los oficiales jóvenes, la tropa militar y el pueblo venezolano dispongan de él como la basura que es. Eso es Maduro, un mercachifle que igual persigue terroristas imaginarios o baila salsa sobre sus víctimas.
Fuerzas Armadas de Venezuela, el pueblo al que ustedes se deben y el mundo libre les exigen que lo saquen del poder y que lo entreguen a la Corte Penal Internacional. Que sea problema de ellos.
Venezolanos, sigan luchando. Es fácil pedirlo desde lejos, pero de ustedes depende la democracia de su nación, la libertad de su pueblo y el futuro de América Latina.