Editorial del programa Razón de Estado número 301.
La vida es un lugar hostil, poblado de trampas y gente canalla, y es en tales circunstancias cuando echamos de menos al dirigente honorable, al político honesto, aquel que cree firmemente en la nobleza de su causa y en la justicia de sus acciones.
Decía Don Quijote que el valor es un ideal inquebrantable, una virtud que los verdaderos caballeros deben poseer y demostrar, sin importar la adversidad o el peligro.
Vivimos en un mundo donde es común el hombre público que usa la retórica como maquillaje de sus fraudes y latrocinios, habla de democracia, pero es un déspota irreverente; y se asocia o se vende a los capos del crimen o a los barones de la droga que compran impunidad y asesinan sin piedad.
La crónica de la humanidad no es sólo la de sus grandes hombres, como aseguraba Carlyle, ni la de sus clases en pugna como reclamaba Marx. Es también el relato de los hombres y mujeres que, con entrega y discreción sirvieron o sirven a su comunidad con respeto y distinción.
Vivimos un tiempo en el que son contados los políticos a los que se puede hacer un tributo por su capacidad y su honradez; esos que saben que más vale un minuto de buen ejemplo que una hora de sermón o de esa demagogia con la que marea tanto político indecente y mentiroso.
Son escasos los políticos que saben que, lo que nos hace mejores, no es cantar aleluyas a coro, sino simplemente ser mejores.
Fui invitado al Principado de Asturias en España, donde me reuní con sus élites y con su pueblo. En la montaña asturiana me recibió don Marcelino Martínez Menéndez, alcalde del Ayuntamiento de Sobrescobio en el Principado de Asturias.
Don Marcelino nació en esta tierra donde los hombres labran su carácter en la austeridad y el esfuerzo. Después de su retiro laboral, ha sido electo 4 veces como alcalde, trabaja ad honorem, y cuando un vecino tiene un problema es su teléfono el que suena.
Con las horas compartidas, durante dos días, y largas pláticas, fui descubriendo a un hombre sin rutinas, libre, presente para sus vecinos, cumpliendo con su compromiso de jefe de comuna.
Si todas las ciudades del mundo tuvieran un alcalde como don Marcelino, los ciudadanos de todos los países tendríamos la oportunidad de alcanzar mayores niveles de bienestar.
El alcalde Martínez Menéndez es, debe ser, un referente en estos tiempos de desafíos y dolores en la política, donde lo que sobra es el charlatán, el oportunista, el atracador.
Los habitantes de Sobrescobio, de Asturias y de España pueden sentirse orgullosos de este alcalde ejemplar, como me siento yo, al hacer este tributo; y por ser descendiente de asturianos, además de un coyán que cree en la libertad.