Editorial del programa Razón de Estado número 269

¿Se ha preguntado usted si el desmadre en que está América Latina se debe al mamarracho de gobernantes que tenemos?

Hay excepciones, pero son eso. 

Cuando un país está mal, es principalmente, porque está mal gobernado. Hagan su propio análisis. 

Será un ciclo, será el clima, la mala suerte, oferta mediocre, votantes a los que nos engañan fácil, o qué sé yo; lo que está claro es que están llegando a la presidencia, al congreso y a las cortes en demasiados de nuestros países, gente con un comportamiento, intenciones y actitudes que se identifican con los trastornos de la psicopatía.

El psicópata es impulsivo, manipulador e incapaz de sentir remordimiento. Toma decisiones irresponsables, crueles y despiadadas. No tiene empatía frente al sufrimiento de la gente.

Los expertos dicen que los psicópatas buscan poder y control por inseguridad personal, por necesidad de reconocimiento y por la creencia de que solo ellos son capaces de gobernar. Así nacen los dictadores o quienes buscan estar siempre, de alguna manera, con poder y control, aunque el costo sea la destrucción de la democracia y sus instituciones y la cancelación del futuro de una nación.   

Esa ambición enferma y desmedida lleva a los psicópatas con poder a justificar su corrupción, violar derechos, suprimir libertades, perseguir a la oposición, incumplir leyes, y más. Y todo por mantener el poder.

Uno de los aspectos más perturbadores de los autócratas psicopáticos es su disposición a dar órdenes para quitar vidas humanas sin que les tiemble el pulso.

La clave para evitar el surgimiento de gobernantes psicópatas radica en fortalecer las instituciones, promover la educación con pensamiento crítico y la tolerancia, y fomentar la participación ciudadana en la política.

La clave está en la construcción de una cultura societaria que empodere a los ciudadanos para que tomen consciencia de sus derechos, responsabilidades y obligaciones

América Latina está a tiempo de construir países donde se respetan la democracia, los derechos y la libertad. Para lograrlo, los ciudadanos debemos hacer el esfuerzo y los sacrificios necesarios para mejorar la calidad moral, psicológica y académica de quienes se atreven a pretender gobernar una nación.